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El caos del Frankfurt obliga al Barça a cambiar la gestión social
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Ya han pasado muchas horas desde el gran impacto que ha causado a los socios, aficionados, directivos, jugadores y técnicos del Fútbol Club Barcelona la invasión del Camp Nou por parte de decenas de miles de seguidores del Eintracht de Frankfurt. La imagen vergonzosa que se vio en la grada del estadio desvirtuó por completo el partido y la eliminatoria y acabó teniendo una repercusión deportiva evidente: el Eintracht fue capaz de eliminar el Barça de la UEFA Europa League, empujado por la fuerza de sus aficionados, que se hicieron suyo un estadio que no les pertenece.

¿Cómo pudo llenarse el Camp Nou de alemanes?

Para poder buscar soluciones a este gran problema del Barça, que ha acabado derivando en una crisis social (o que ha manifestado una que existe desde hace años), lo primero es saber cómo se ha llegado a ese extremo. Todo ello se remonta al pasado, concretamente a la temporada 2001-2002, cuando el presidente Joan Gaspart, después de observar que muchos socios abonados del Camp Nou no asistían a varios partidos en el estadio, va instaurar el Seient Lliure, una plataforma para que se pudieran liberar localidades para que otros aficionados las pudieran comprar. A cambio, los abonados que dejaban el asiento libre recibían un porcentaje del dinero obtenido por el club.

A pesar de que esto esta temporada ha quedado suspendido debido a la pandemia del coronavirus y las restricciones en los estadios de principios de curso, el Barça volvió a activarlo antes del partido contra el Eintracht y pidió que se hiciera sin la retribución económica para los socios. Además, el club ya contaba de entrada con la excedencia de más de 25.000 socios que renunciaron a su abono de la temporada, también a causa de las restricciones de la Covid-19. Con todo, el Barça contaba con casi 35.000 entradas para vender.

La entidad azulgrana sabía que muchos aficionados del Eintracht querían viajar a Barcelona, ​​ya que se trataba de un partido histórico para el equipo alemán, así que activó varios mecanismos para intentar impedir lo que igualmente ha acabado pasando: que el Camp Nou se llenara de rivales. Para ello, se bloqueó la compra desde ordenadores o tarjetas de crédito alemanas por internet y la compra con carnés de identidad extranjeros en las taquillas del estadio. Sin embargo, estos sistemas de control han fracasado estrepitosamente y éste es uno de los puntos que genera más debate.

Hay quien acusa al Barça de haber hecho la vista gorda a la hora de vender estas entradas, sabiendo que iban a parar a manos de alemanes, pero permitiéndolo a cambio de los tres millones de euros que se han acabado recaudando. Ahora bien, el club lo niega rotundamente y, aunque asume una responsabilidad genérica por el caos, culpa directamente a operadores turísticos que habrían comprado entradas de forma masiva desde fuera de Alemania para ofrecer a los aficionados de el Eintracht lotes con viaje, alojamiento y ticket para el partido. La junta directiva también pone el foco en plataformas de reventa organizadas e incluso en socios abonados que habrían cedido su carnet de forma particular a seguidores del Frankfurt para sacarle un beneficio económico.

Aún no se sabe a ciencia cierta qué ha pasado y cómo han ido a parar todas estas entradas a aficionados alemanes. Lo que sí se sabe, es que esta posibilidad ha existido desde los últimos veinte años, cuando se dio la facilidad a los socios abonados para ceder sus asientos y que el club pudiera revenderlos, y que la crisis le ha estallado en la frente a una junta directiva que tampoco ha hecho ningún esfuerzo extraordinario para impedirlo. Es más, ahora que había más de 25.000 abonados en excedencia, el club debería haber sido más consciente que nunca de ese peligro, sobre todo cuando se ha dado la tormenta perfecta con una afición del Eintracht entregada y unas vacaciones de Semana Santa que aún vaciaban más el Camp Nou de culés.

¿Qué debe hacer el Barça para impedir que esto vuelva a ocurrir?

Si la primera pregunta ya era difícil de responder, esta segunda lo es aún más. Por un lado, el presidente Joan Laporta ya ha comunicado que a partir de la próxima temporada las entradas que se compren para partidos internacionales tendrán que ser nominales. De este modo, quien adquiera la entrada deberá identificarse en los accesos del Camp Nou como legítimo poseedor del tique. Con esta estrategia se pretende que no se puedan comprar entradas desde Cataluña para aficionados extranjeros, ya sea desde tour operadores, plataformas de reventa o particulares.

Una crisis social que el club vive desde hace años

Si bien es cierto que ésta habría sido una medida que habría reducido de forma sustancial la presencia de alemanes en el estadio en esta última ocasión, esto no es suficiente. El hecho de que haya estallado este conflicto en el Camp Nou no hace más que manifestar una crisis social e institucional que se vive desde hace años y que la actual junta directiva todavía no ha podido resolver. Es evidente que existe un desencanto generalizado de la afición con el equipo. Si esto no fuera así, los socios abonados siempre irían al estadio y no habría problemas de localidades vacías.

Ya que el Camp Nou es uno de los estadios más grandes del mundo (y con el Espai Barça todavía se quiere ampliar más), hay que buscar soluciones de fondo para poder llenarlo y no parches que han acabado provocando hechos como la invasión alemana. Los partidos del primer equipo femenino en el feudo azulgrana han demostrado que hay muchos culés que se mueren de ganas de ir al campo, probablemente porque no lo habían hecho nunca hasta el momento. En vez de revender las entradas a precios desorbitados a seguidores del Eintracht, podrían haberse rebajado de forma considerable para socios no abonados o para residentes. La excusa económica no sirve, ya que ha quedado demostrado que con todo lo que se ha sacrificado deportivamente a causa de la eliminación, también se ha perdido mucho dinero.

¿Qué significa ser abonado?

Un abono para el Camp Nou es un privilegio. No es suficiente ser socio, deben cumplirse una serie de características, como por ejemplo tener un mínimo de dos años de antigüedad de carnet, para poder conseguir un asiento. Hay un overbooking evidente para conseguir una localidad y esto ha generado una lista de espera de más de 12.000 socios, algunos de los cuales aseguran que tendrán que esperar más de diez años para poder tener un abono. Si hasta 35.000 socios de los que ya lo tienen no acuden al estadio en un partido tan importante como unos cuartos de final europeos, existe un problema evidente.

El club tiene mecanismos para saber lo fieles que son los socios abonados. Si bien por un lado el Barça tiene el deber de animar a los aficionados a que vayan al Camp Nou, también debería tener el derecho de advertir o incluso retirar los asientos a aquellas personas que no hacen ningún tipo de uso. Sea como fuere, deben buscarse estrategias para repensar la distribución de las localidades y los abonos del estadio, lo que comporta cambiar la relación actual entre el club y los socios. Que el desastre contra el Eintracht sirva para realizar un cambio de estructura profundo.



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