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El jugador más habilidoso del mundo merece un proyecto serio

Kylian Mbappé es, seguramente, el actual mejor futbolista del planeta. Aunque Leo Messi ganó el último Balón de Oro, el argentino ya no tiene la forma que tuvo durante sus grandes años en el Barça e, incluso, en los últimos. Erling Haaland es un gran jugador, muy decisivo, espectacular y desequilibrante, pero no ha protagonizado tantas grandes noches en altas cotas. Y sí, hombres como Neymar Jr, Robert Lewandowski o Cristiano Ronaldo son todavía muy grandes. Pero Mbappé aglutina potencia, velocidad, liderazgo, carisma, olfato de gol y un montón de cualidades más. Es campeón del mundo, y no tardará mucho en serlo de Europa ni en ganar el Balón de Oro.

Hasta que ha llegado la exhibición de Karim Benzema ante el París Saint-Germain en la vuelta de los octavos de final de la Champions, Mbappé estaba siendo el mejor. Hasta que sus compañeros se han relajado e incluso asustado, Mbappé había marcado el único gol de la ida, el único de la vuelta, le habían anulado dos goles por fuera de juego y, en definitiva, estaba capitalizando todo el peligro parisino en sus botas. Al final, el extremo ha sido opacado por su paisano.

En condiciones normales, todas las portadas hablarían hoy de Mbappé. Con sólo 23 años, ha sido (y es) el líder de un equipo que cuenta con Leo Messi, ganador de siete Pelotas de Oro y cuatro Champions; Neymar Jr, quien apuntaba a dominar el universo futbolístico una vez el argentino y Cristiano Ronaldo bajaran, por edad, sus rendimientos; o Marco Verratti y Ángel di María, dos jugadores muy contrastados. Es un equipo brillante en términos de nombres. Para las videoconsolas es maravilloso. Pero para el fútbol realidad no.

Hace años que el PSG improvisa. Podría y debería tener como modelo el caso del Manchester City. El equipo inglés está presidido por jeques de los Emiratos Árabes Unidos, y por tanto también tiene un presupuesto multimillonario. Sin embargo, la diferencia radica en que estos tienen un plan. Tienen un proyecto. Contrataron al mejor entrenador del mundo, Pep Guardiola, y confían en él en la victoria y también en la derrota. Si bien el técnico de Santpedor ha acumulado decepciones en la Champions, siempre han estado a muerte con él. Obviamente también han acompañado a los grandes resultados a nivel nacional. Le dejan trabajar.

El PSG, sin embargo, es un club que actúa a base de ráfagas. A base de improvisaciones. A base de impulsos. Es un equipo de corto plazo. Es un equipo sin proyecto. Si una temporada cae eliminado de la Champions, no tardan mucho en prescindir del entrenador. Desde que Al-Khelaïfi y compañía aterrizaron en París, han tenido cinco entrenadores (solo uno de ellos, Ancelotti, se fue por voluntad propia). Y podrían ir a por el sexto.

En pocas palabras, carecen de los conocimientos en fútbol que tienen los dirigentes de equipos que triunfan. No tienen los conocimientos ni el temple que sí han demostrado tener presidentes del mencionado Manchester City, del Bayern de Múnich, del Real Madrid o del Fútbol Club Barcelona, autores de grandes éxitos durante la última década.

El PSG alcanzó su techo en Europa con el subcampeonato del año 2020. Tras dejar por el camino en las eliminatorias el Borussia Dortmund de Erling Haaland, la Atalanta del Papu Gómez y el RB Leipzig. Y cayeron muy dignamente en la final, contra un Bayern infranqueable y por la mínima. El entrenador del equipo parisino era Thomas Tuchel. Un técnico con experiencia y criterio. Su PSG era una extensión de su visión del fútbol.

A pesar de ese éxito, en diciembre de la temporada siguiente, después de que las relaciones entre el entrenador y los dirigentes se espinaran, éstos decidieron prescindir del alemán. Una decisión incomprensible. Rompieron las alas de un proyecto que prometía mucho. Lo hicieron, además, en medio de una temporada. ¿Y qué ocurrió con Thomas Tuchel? Tras fichar por el Chelsea esa misma temporada, que había destituido a Frank Lampard, ganó nada menos que la Champions League. Demostró que valía (y vale) mucho, a diferencia de los dirigentes que lo acababan de echar.

Este es uno de los muchos casos que explican que el PSG no es, al menos aún, un equipo grande. No es un equipo preparado para escribir la historia del fútbol. Al menos del fútbol tal y como uno lo ha concebido hasta ahora. El Olimpo del fútbol ha entendido, hasta ahora, de proyectos serios. De clubes con años de decepciones y, por tanto, de aprendizajes. De largos plazos. Alex Ferguson tardó 13 años, desde que fue contratado por el Manchester United, en ganar su primera Champions. ¡13 años! Parece una barbaridad. Pero los dirigentes del equipo inglés tuvieron paciencia y apostaron en algo y en alguien. Y eso les terminó dando la razón.

En cambio, el día de mañana probablemente Nasser Al-Khelaïfi y compañía prescindirán de Mauricio Pochettino. En lugar de confiar en el argentino para que forme un proyecto a largo plazo y para que los jugadores se acostumbren a él y él a sus jugadores, echarán la pared abajo y empezarán a construir una nueva.

Y con este contexto, es imposible acrecentar el objetivo que pretende alcanzar Kylian Mbappé. El francés tiene potencial para acabar apareciendo en las enciclopedias del fútbol como uno de los mejores jugadores de la historia y, por supuesto, como el mejor de la actual época. Messi sucedió a Ronaldinho como mejor jugador del planeta, y Mbappé aspira a hacer lo mismo con el argentino.

El francés fue uno de los grandes artífices de la victoria de Francia en el Mundial del 2018. Y ha maravillado al público del deporte más popular en muchas ocasiones con exhibiciones. Por ejemplo, con el hat-trick que hizo en el Camp Nou en el Barça de Koeman, o su gran actuación contra el Madrid este año.

Pero si quiere alcanzar la meta mencionada, no puede seguir confiando en los dirigentes del PSG. Necesita desembarcar en un equipo que tenga jugadores de la envergadura de Carles Puyol, Raúl González, Cristiano Ronaldo, Hristo Stoichkov o Steven Gerrard. Necesita unirse a una plantilla con líderes. A un equipo sin niños, y con hombres. En el Liverpool de Virgil van Dijk y Jürgen Klopp, o en el propio Real Madrid de David Alaba, Casemiro y Benzema. Mbappé necesita dejar la plantilla de estrellas en la que juega, que tienen cláusulas surrealistas con las que saludan a sus aficionados reciben dinero extra. Mbappé merece un proyecto serio y no un circo mediático que se hace pasar por equipo de fútbol.



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