El Fútbol Club Barcelona no ha sido capaz de quitarse de encima la tensión con la que afrontará el partido de vuelta en Estambul contra el Galatasaray, tras un partido que constituye un oasis en la creciente dinámica del equipo de Xavi. Después de un montón de goleadas, este nuevo Barça ha quedado, por primera vez en mucho tiempo, seco. Ha quedado consumido en una excesiva impaciencia, contra un equipo sin grandes alardes pero bien sostenido por un excelso Iñaki Peña.

El Barça ha salido al campo con rotaciones lógicas. Y éstas han respondido en mayor o menor medida. Relativamente. Nico ha cumplido, y Memphis ha estado desequilibrante. Pero no estaba siendo suficiente. La delantera del Barça no acababa de entenderse. Además, el Galatasaray conseguía contraatacar y los azulgranas tenían complicaciones para recuperar el balón arriba. Era un Barça distraído.

En la reanudación, Xavi ha hecho tres cambios de una tacada. Hacía falta una mayor velocidad y más clarividencia y, en este sentido, ha acertado introduciendo a Ousmane Dembélé y Sergio Busquets por un Ferran Torres blando y por el mencionado Nico. Con el capitán en la posición de pivote, desplazando de este modo a Frenkie de Jong a la de interior, el Barça ha espabilado. El equipo de Domènec Torrent era ya inofensivo. Solo ha inquietado a ter Stegen con un gol anulado a Gomis, por fuera de juego. Al otro lado, la entrada de Aubameyang por Memphis ha propiciado un juego más directo.

A Xavi, sin embargo, se le ha derramado el cubo de la energía y la verticalidad. De hecho, con el delantero gabonés no ha tenido suficiente, y ha hecho entrar a Luuk de Jong por Adama. Y esto ha recordado al Barça de Koeman, por ejemplo, ante el Granada en el mismo escenario. A aquel equipo que se desesperó tanto. Xavi ha movido piezas, como era de esperar y cómo lo requería el partido, pero probablemente le ha faltado temple. Cabe recordar que no tenía, en ningún momento, un resultado desfavorable como para ir a la desesperada en los últimos minutos, ni era un partido de vuelta.

Adama Traoré ha sido el hombre más desequilibrante del partido. Pero Xavi se ha bebido el entendimiento cuando le ha retirado, por Luuk de Jong. La flecha de l’Hospitalet ha vuelto loco a van Aanholt, lateral izquierdo del Galatasaray, desbordando en numerosas ocasiones. Fue el mejor en la primera mitad, cuando Ferran Torres y Memphis no se entendían. Pero Xavi, lejos de tener paciencia, se ha bebido su entendimiento.

El técnico ha realizado demasiados cambios en la parcela ofensiva, sin tener en cuenta que para atacar mejor no es esencial retocar tantas piezas en ataque. Obviamente, pocas personas en el mundo saben más de fútbol que Xavi. Pero esto no quita que en los últimos veinte minutos su equipo haya perdido su identidad, por tener la del Barça de Koeman mencionado.

Aunque ha generado buenas ocasiones el coloso catalán, en las postrimerías ha hecho un carrusel inédito de centros. En todo el partido, el equipo ha intentado 42 centros… ¡y sólo ha conectado tres! Decepcionante también el apartado de los córners. Dembélé y compañía han lanzado trece, y casi ninguno ha generado peligro. Los equipos son grandes cuando son fieles a sí mismos y hoy, después de muchos días siéndolo, el Barça de Xavi no lo ha sido.



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