La primera jornada de la Copa África ofreció el episodio surrealista del año. En el partido entre la selección de Malí y la de Túnez, con un 1-0 favorable para la primera, el árbitro zambiano William Sikazwe decretó el final antes de tiempo, cuando aún quedaban cinco minutos para el pitido concluyente. Ante la incredulidad tunecina (y el conformismo maliense), Sikazwe corrigió su decisión. Sin embargo, volvió a decretar el final del partido antes de tiempo. Lo hizo en el minuto 89:47, sin haber completado los noventa reglamentarios y sin tiempo extra.
Los tunecinos mantenían su estupefacción. En el segundo error del colegiado, el cuerpo técnico saltó al césped con efervescencia en las venas y con ganas de comérselo. Veinte minutos después, habiendo abandonado el rectángulo de juego entre guardias de seguridad, Sikazwe y sus compañeros rectificaron por segunda vez y ordenaron a los 22 futbolistas que regresaran. En esta ocasión, sin embargo, el cuadro tunecino, indignado, se quedó en el vestuario.
El seleccionador tunecino, Mondher Kebaier, explicó en la rueda de prensa posterior que sus futbolistas «ya se estaban bañando con hielo cuando el árbitro nos llamó por última vez». Kebaier, con una importante trayectoria en banquillos de equipos tunecinos, negó haber vivido algo parecido antes y recordó la dificultad de «gestionar asuntos extradeportivos».
Con un único gol, obra del futbolista del Sarpsborg 08 noruego Ibrahima Koné desde el punto de penalti en el minuto 47, la selección maliana ha empezado con el pie derecho la competición. A falta del partido entre las selecciones de Mauritania y Gambia, lidera el grupo F y es favorita para ello hasta el final. Por su parte, Túnez ya no tiene margen de error y tendrá que sudar de lo lindo para intentar igualar o mejorar el cuarto puesto conseguido en la última edición de la competición continental africana.