Llegaban con buenas sensaciones, pero con el mal de ojo de Ousmane Dembélé. Y ha terminado pesando más el segundo. Esta vez no se ha repetido la historia del año 1610 en el País Vasco. Entonces, unos hombres quemaron unas supuestas brujas en las cuevas de Zugarramurdi. Pero hoy, en el distrito de Recalde, unos brujos vascos han hechizado a quince hombres asustados. El equipo más enérgico del campeonato ha pasado por encima de uno que arrastra preocupantes problemas de identidad. Bajo los habituales euskal diluvios, el peor Barça de Xavi ha caído eliminado de la Copa con justicia en las segundas de cambio a expensas de un Athletic Club inmejorable (3-2) y ha hecho una preocupante paso atrás.
El cartel de la cita era probablemente superior al de la gala de los Óscars del año 2000. Poca envidia tenían héroes como Iker Muniain, Nico Williams o Ferran Torres en el Brad Pitt de El Club de la Lucha, en el Johnny Depp de Sleepy Hollow o en el Keanu Reeves de Matrix, en un partido épico y con la acción del primer filme, la atmósfera del segundo y el surrealismo del tercero. En una salida apoteósica de los locales y mientras todavía entraban aficionados al estadio, el propio Muniain ha tomado la píldora roja al adelantar a los suyos rápidamente con un golazo. ¡Qué vaselina! Algún día, el capitán athleticzale le enseñará a sus nietos.
Eran los brujos los que quemaban y no al revés. El Barça, como en casi todas las últimas visitas a San Mamés, las veía venir durante los primeros minutos. Estaban haciendo frente a una intensidad inalcanzable. Y nadie ha sido capaz de evitar el golpe. Ni Jordi Alba en una carrera en vano contra un Nico Williams espectacular, ni Ronald Araujo en el centro del extremo derecho, que le ha pillado a contrapié; ni un Dani Alves contemplativo que esperaba un centro y no un remate por parte del goleador, ni el inútil estirón de Ter Stegen.
El Barça, sin embargo, se ha quitado los fantasmas del pasado. Lejos de hundirse, ha salido hacia delante con criterio. Lo ha hecho especialmente mediante Pedri. Jugar tan bien en San Mamés es más difícil que sobrevivir a la bruja de Blair. El canario ha movido al equipo siempre, bajando a recibir siempre el balón. La oxigenación que ofrecían los extremos Ferran Torres y Abde también estaban siendo claves.
El joven marroquí es un futbolista callejero. Si sus compañeros le lanzan piedras, él las convierte en bolas de cristal. Y quien ha aprovechado una bola de cristal para ver a un movimiento de Ferran Torres ha sido Busquets. En una pared entre uno y otro, con una gran interpretación del otro, uno ha marcado otro golazo. Ferran Torres, con una parábola preciosa, se ha estrenado como azulgrana y ha aliviado a Xavi. El Barça ha vuelto a reaccionar rápidamente y eso hay que celebrarlo.
Pero no han dejado de ser un flan. Y el Athletic, un león hambriento. Porque en la reanudación, se ha repetido el guión. Sin goles, pero con el propio Athletic mordedor. Y la misma pasividad del Barça a la hora de sacar el balón de atrás. A la vieja guardia le ha costado sintonizar el ímpetu de los jóvenes centrocampistas. Unos y otros eran aceite y agua. Jordi Alba y Dani Alves han sido esperpénticos. Como nunca. Especialmente por la fuerza de Muniain y Nico Williams. Y, cuando ha ingresado a Iñaki, esto se ha acentuado. La centrifugación del hermano mayor de los Williams a la hora de presionar ha atascado aún más a los visitantes.
Y ha sucedido lo previsible: el Athletic se ha vuelto a adelantar, mediante Íñigo Martínez ya falta de cinco minutos para el final. Parecía en el saco y bien atado para Marcelino. Pero este Barça, a falta de fútbol, ha demostrado indicios de tener duende. Al igual que contra el Sevilla en las semifinales del año pasado en la misma competición. Si frente al Real Madrid los de Xavi lucharon hasta el final, hoy han triunfado al final. En el primer remate del equipo a portería en toda la segunda parte, Pedri ha enviado el choque a la prórroga.
Pero Jordi Alba ha colmado el vaso
Allí, sin embargo, Jordi Alba ha puesto la guinda de la nochehorribilis de los veteranos. Sede ha sido el penalti provocado que ha permitido a un Muniain mágico para avanzar por tercera y última vez a los leones. El pamplonés ha conseguido el KO batiendo a un Ter Stegen sin el aura de Pinto en el año del primer triplete o la de Cillessen en el 2017 en el 6-1 ante el Sevilla.
Si bien este Barça madura, lo está haciendo con violencia por en medio. A veces son collejas. Pero hoy fueron arañazos. El Barça no está preparado para salir, porque por eso hay que ser mayor de edad. O tener traza. Y ahora no cuenta con ninguna de las dos circunstancias. Inmerso en la tormenta extradeportiva de Dembélé y con un Ansu Fati que ha recaído de manera muy preocupante de su última lesión, se ha despedido de un torneo que el año pasado sirvió para, al menos , ahogar penas.
Si uno o una mira el vaso medio vacío, lamenta que el Barça haya vuelto a perder un partido señalado. Es ya la costumbre. Pero si el lector o lectora de esta crónica vislumbra con optimismo lo ocurrido, puede tener una conexión con el él o ella del futuro. Y aquel él o ella del futuro recordará que un día, él o ella del pasado presenció una lección del Athletic a Pedri, Gavi y compañía de cómo se juega en un aquelarre.
