La victoria contra la Real Sociedad no se puede explicar solo por el gol de Lewandowski ni por el impacto de un Lamine Yamal inconmensurable. Lo que realmente define el partido es la sensación de déjà-vu: otra vez el Barça ha tenido que remar contracorriente y otra vez lo ha conseguido. En otros tiempos, las remontadas eran capítulos puntuales que se contaban como gestas épicas; hoy, en cambio, forman parte de la rutina semanal. El Barça ha pasado de sufrir cuando el rival se adelanta a convivir con la presión con una normalidad sorprendente. Tanto es así que la narrativa del partido ya no gira sobre quién marca primero, sino sobre cuándo el Barça conseguirá darle la vuelta a la situación.
Los datos que hablan por sí solos
La temporada pasada el equipo ya protagonizó hasta nueve remontadas oficiales, un registro histórico. En este curso, el patrón se repite: el conjunto de Flick ya ha remontado los partidos ante el Levante, el Oviedo y, ahora, la Real Sociedad. En total, entre la temporada pasada y la actual, el Barça de Flick ya ha protagonizado 12 remontadas. Incluso situaciones que antes parecían imposibles —ir dos goles abajo— han dejado de ser una condena: el Barça ya ha revertido más de una vez este escenario en el último año, cuando antes solo se contaban tres casos en toda la historia reciente.
Cuando una capacidad como esta se repite, deja de ser anecdótica y se convierte en sello. La remontada se impone como una de las virtudes más definitorias del Barça de Flick: la confianza que tiene en revertir, la disciplina táctica para no estropearlo y los cambios que alteran ritmos —Lamine Yamal, Ferran Torres, Rashford, Lewandowski— se vuelven claves en el momento decisivo. Pero hay un riesgo oculto: si el equipo sistemáticamente tiene que venir desde atrás, puede ocultar déficits iniciales que quedan camuflados por el final heroico. Sea como sea, hoy ya no es sorprendente que el Barça remonte: es lo que todos esperan.
