Entre tandas de penales escandalosos, competiciones de segundo nivel que solo desgastan y un fuera de juego inverosímil en el Barça-Madrid femenino, la entrevista de Xavi en France Football quedó opacada. Y tenía jugo. En primer lugar, sorprende su convencimiento de que le lloverán ofertas, confiando la contratación a su nombre, y sorprende que al señalar técnicos actuales atractivos no incluya a Flick, como si le avergonzara la comparación. Sería toda una experiencia sociológica observar cómo vive los partidos del Barça: deben dolerle y alegrarle a la vez.
Hace bien en reclamar el mérito de la apuesta por la Masia -también el único legado de Koeman- y en el capítulo de la autocrítica apenas admite que a veces era demasiado sentimental. Que tanta implicación personal le jugó una mala pasada. Pero ninguna mención ya a las decisiones técnicas -incapacidad para motivar al equipo o intervenir en los partidos buscando revulsivos-, sino al rosario de excusas lanzadas en las ruedas de prensa, donde perdería la credibilidad: las condiciones del campo, el calendario -¿qué habría dicho con la perversa saturación actual de partidos?- y, en medio del desorden, los periodistas. Tampoco le falta razón cuando lamenta la soledad generada por las despedidas de Mateu Alemany y Jordi Cruyff, que a menudo le servían de escudo.
El terrassense, que bajo las órdenes de Van Gaal tuvo que luchar injustamente contra las presiones inherentes a llevar la etiqueta de relevo de Guardiola, disfrutó de carta blanca en el banquillo. Como era el elegido de Laporta -a quien extrañamente no dispara con bala atendiendo a la esperpéntica salida que le dispensó- y había ganado la Liga la primera temporada, se le consintieron demasiados errores, como si se diera por hecho que su inmaculada trayectoria de centrocampista lo convertiría automáticamente en el entrenador ideal. Nuevamente, un paralelismo con Pep que solo puede tensionarlo, porque no posee la misma lucidez, ni tampoco el carácter de Luis Enrique, que le ha permitido sobrevivir en París. La trinidad Cruyff-Pep-Xavi es un sueño demasiado húmedo y la sombra del de Santpedor nunca ha dejado de perseguirlo. Por eso es necesario que encuentre su espacio y estilo, lejos de símiles y etiquetas.
En France Football Xavi traslucía ambición a raudales -quiere la Champions e incluso la Eurocopa y el Mundial dirigiendo alguna selección-, pero del curso 2023-24 solo quedan recuerdos de fragilidad, de jugadores rindiendo muy por debajo de su nivel habitual, de improvisación, de quejas -que curiosamente generaban más errores arbitrales-, de un discurso progresivamente agrio y de un juego pobre. La duda es cuántos y qué clubes se atreverán a sacarlo del año sabático para confiarle un proyecto competitivo con cara y ojos al cual pueda responder con solvencia.

