El renacimiento del Barça como un equipo top con argumentos para aspirar a los títulos es evidente que necesita tiempo, pero ya tiene cierto recorrido y algunas víctimas en el camino. Podríamos contar, por ejemplo, los 12 goles al Valencia (7-1 y 0-5), los 9 goles al Sevilla (5-1 y 1-4) y al Real Madrid (0-4 y 2-5), los 7 al Valladolid (7-0), los 4 al Bayern (4-1) o los 5 al Benfica (4-5) remontando en veinte y pocos minutos un 4-2 adverso en la fase de liga de la Champions. Seis semanas después, el Barça regresa al escenario del crimen, el estadio Da Luz, para el cara a cara de octavos de final, y tan clara es la certeza de que volverá a optar a la victoria como la incertidumbre sobre qué grado de locura imprimirá en el partido, si es que tiene control sobre esta variable de su juego.
Es palabra de Dios en el mundo culé que ganar por 4-5 es bastante mejor que hacerlo por 0-1. Contra esto, hay argumentos que van desde la salud cardiovascular de los parroquianos, hasta la reivindicación del sentido común y el orden para no dar facilidades al rival. Y no les falta razón. Es un hecho ampliamente contrastado, que hay días en que el juego ofensivo no fluye mucho, o que falta inspiración, o que el balón no quiere entrar. Y esos días, quizás jugarás mucho mejor que el rival, pero no sacarás nada, porque él, sin hacer ni la mitad que tú, será más preciso o más espabilado y te pintará la cara, que es lo que ha hecho el Atlético de Simeone tanto en la Liga (1-2) como en la Copa (4-4). Es un hecho recurrente y también un viejo debate. La cuestión no es ser o no ser resultadista, porque todos juegan para ganar. La cuestión es hasta qué punto puedes renunciar a tu esencia y tu identidad para conseguir el resultado.
Este Barça es transparente en este sentido. Hansi Flick ha forjado el equipo alrededor del hambre, la juventud y el talento de Lamine Yamal, Pedri, Cubarsí, Casadó, Balde, Gavi o Araujo. Los ha rodeado de gol (Lewandowski), liderazgo (Iñigo), pulcritud (De Jong), velocidad (Raphinha) y perseverancia (Kounde, Ferran, Eric), pero al equipo lo define por encima de todo su agresividad para ir a buscar al rival, su vocación innegociable de atacar y una dosis notable de vértigo que vive entre la alegría y la irresponsabilidad. Y son estos rasgos los que hacen posible remontarle el 4-2 al Benfica o el 0-2 al Atlético en el partido de Copa, los que le permiten marcar 52 goles en los 15 partidos de 2025 y 124 goles en los 40 partidos de la temporada. Y a la vez los que comportan el riesgo o propician el error que acaba frustrando una victoria.
El Barça, ahora mismo, es muy competitivo, muy divertido y a veces muy brillante, por eso se ha ganado una posición favorable para optar a los títulos; pero es difícil que destile prudencia, contención, sabiduría y experiencia. Necesita continuar creciendo, madurando, trabajando sobre los errores y aprendiendo las lecciones para llegar al punto de equilibrio que lo haga aún mejor de lo que ya es.