No hay novedad en la carta que el Real Madrid ha dirigido a la Real Federación Española de Fútbol, al Consejo Superior de Deportes y a todos los árbitros, acusando al sistema arbitral de actuar intencionadamente contra el club blanco más allá del error humano y denunciando “manipulación y adulteración” de la competición. Es lo mismo que hace Real Madrid TV cuando advierte al árbitro del próximo partido al tiempo que destripa al del anterior con imágenes y criterios que falsean la realidad. O lo mismo que hace Florentino Pérez cuando toma del brazo al presidente de la RFEF y le insta a “arreglar” el tema, porque el Madrid “ha perdido muchos títulos“ por culpa de los arbitrajes. Se trata, en definitiva, de utilizar una posición social y mediática dominante para imponer un relato y mover a las autoridades que gobiernan el fútbol español en la dirección correcta; se trata de extorsionar a los árbitros mientras no pueda controlar la organización; se trata de llamar al orden con un todo el que pueda hacer, que haga, que va desde la rama deportiva del gobierno hasta el árbitro del próximo partido, pasando por los directivos de la RFEF, los jueces de los comités disciplinarios y los agentes en la estructura de la LaLiga.
La famosa carta no pretende una solución global del problema arbitral y no aporta nada. Si fuese así, debería reconocer que los árbitros, efectivamente, se equivocan demasiado pero en todas direcciones, que los equipos pequeños son los más perjudicados y que el Madrid es, de lejos, el más beneficiado. Obviamente, Florentino Pérez -que no firma la carta, pero la dicta- no quiere perder esta posición favorable, solo quiere mejorarla. ¿Cómo? Poniendo en crisis todo el sistema y los que lo dirigen, Luis Medina Cantalejo (presidente del Comité Técnico de Árbitros) y Carlos Clos Gómez (responsable del VAR), para propiciar el cambio que le permita controlar aquello que todavía se le escapa, que no es mucho. La presencia del Madrid en el caso Negreira -que algún día morirá de inanición- forma parte del mismo cuadro, reforzando la estrategia trumpista de imponer un relato fake, pero muy potente y favorable al negocio. Como ha hecho también el aparato madridista, desacreditando el Balón de Oro porque las votaciones no coronaron a Vinicius Jr.
Aclarado esto, las acusaciones del Real Madrid hacen reír. ¿Qué premeditación en contra del club blanco hay cuando los árbitros le han pitado 10 penales a favor y 0 en contra (4-3 al Barça y 2-2 al Atlético)? O cuando el árbitro perdona expulsiones claras a Camavinga y Vinicius contra el Barça, a Endrick por agredir a un jugador del Alavés o a Vinicius por aplaudir al árbitro, reírse de él o decirle de todo. ¿Actúa el sistema contra el Madrid cuando el árbitro que expulsa a Vini por una agresión omite en el acta que el juego estaba detenido (agravante) o que tuvieron que detener a Vinicius porque se lanzaba contra él? ¿O cuando los jueces de competición liquidan todo el asunto con la mínima sanción (2 partidos)? ¿Perjudica al Madrid no recibir castigo por los insultos racistas contra Lamine Yamal en el Santiago Bernabéu? ¿De qué adulteración de la competición se habla si a su gran rival, el Barça, el sistema lo trata bastante peor? Por ejemplo, negándole penales muy claros a Dani Olmo (Rayo Vallecano), a Pau Cubarsí y Pau Víctor (Las Palmas) o a Kounde (Getafe); o anulando un gol legal de Lewandowski (Real Sociedad); o ignorando las cazadas de expulsión a Lamine (Vila-real); o validando un gol en contra a pesar de un pisotón previo (Osasuna) y anulando uno a favor por el mismo motivo (Rayo); o sancionando a Hansi Flick con 2 partidos por un gesto inocuo (Betis). La lista es larga y la sabemos todos. Pero Florentino, por el bien del negocio, la querría aún más larga.

