El Fútbol Club Barcelona cumple esta semana 125 años de historia asentado entre los mejores clubes del mundo y a la vez en plena reconstrucción deportiva y económica para no quedarse atrás. A lo largo del camino, ha habido momentos para sobrevivir, para crecer y también oportunidades para hacer autocrítica y mejorar. Ahora mismo, hay tres nombres que alteran los biorritmos del barcelonismo, aparentemente por motivos diferentes, pero en el fondo por la misma razón, su ausencia. Que el Manchester City pueda disfrutar toda una década de Pep Guardiola y no solo cuatro años provoca malestar; que Leo Messi esté terminando su carrera en Miami en lugar de hacerlo aquí por el 125º aniversario, deja mal cuerpo; y que el Barça de Flick no haya ganado ninguno de los tres partidos de Liga jugados sin Lamine Yamal da miedo.

La renovación de Guardiola es agridulce para los culés, porque pone al Barça frente al espejo y le recuerda uno de sus grandes defectos, su extrema voracidad para consumir y desaprovechar el talento que tiene. Guardiola llevó al Barça al Olimpo del fútbol, pero duró solo cuatro años, porque para mantener el nivel del equipo necesitaba todo el apoyo del club y no lo tenía en absoluto. El City lo ha acogido y acompañado mejor. Así que el mejor entrenador del mundo es culé hasta la médula, pero habrá dedicado diez años de su carrera a engrandecer al City, no al Barça. No hace falta hacer una enmienda a la totalidad, pero sí reconocer que la volatilidad de la organización interna, los llamados ismos y los intereses del entorno mediático juegan en contra de los intereses del mismo club y afición.

Messi podría haber terminado su carrera en el Barça. Deportivamente, no era la mejor fórmula para empezar de nuevo, pero emocionalmente y de cara a la institución no hay discusión. Si no lo ha hecho es porque el Barça se alejó de su modelo deportivo y económico y se quedó sin equipo, con una nómina insostenible y en quiebra técnica. Un problema del cual tres años después aún no ha terminado de salir. Siempre podemos culpar a Joan Laporta de las lágrimas de Messi y de la ausencia del mejor jugador de todos los tiempos en la fiesta del 125º aniversario. Eso lo podría hacer la portera de Núñez. Pero sería más honesto y más útil hacer la autocrítica real y trabajar para que el Barça no vuelva a repetir el error.

Como está a punto de pasar con Lamine Yamal y esa manía de convertirlo en el nuevo mesías, una pieza central, imprescindible e insustituible en el Barça que se está construyendo. Si algo bueno tenía (y tiene) el Barça de Flick es la importancia capital del trabajo colectivo en su juego y en todas sus victorias, por encima de la individualidad, repartiendo mucho las virtudes, las responsabilidades y el rendimiento. Y, aun así, son muchos los que explican los tropiezos en el Sadar, Anoeta y Balaídos -los tres completamente diferentes- por la ausencia de este niño de diecisiete años recién cumplidos, que efectivamente es muy bueno y aporta mucho al equipo, pero no es la razón de todo. El nuevo Barça debe construirse aprovechando a Lamine Yamal pero no dependiendo de Lamine Yamal. El partido de Champions contra el Brest será otra oportunidad para demostrarlo. Ojalá lo entiendan a tiempo para no caer otra vez en el mismo error.



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