El Madrid de Florentino Pérez no puede permitirse una temporada desastrosa como la que está a punto de perpetrar. El equipo de Mbappé, Vinicius y Bellingham estaba destinado a ganarlo todo, pero lo está perdiendo todo y la única razón admisible es la perversa confabulación arbitral. Ni altivez, ni luchas de egos, ni planificación deficiente, ni el agujero negro en el centro del campo, ni la falta de fútbol… los árbitros. Hace meses que escuchamos la mentira, y lo que nos queda por escuchar. El último episodio, la final de Copa. Un espectáculo deportivo con todos los ingredientes, empañado por el esperpento mediático madridista, destinado única y exclusivamente a enmascarar el fracaso. Igual que pasó cuando el Balón de Oro no fue para Vinicius, sino para Rodri; igual que cuando el dedo de Mourinho señalaba el camino del Real bajo el reinado del Barça de Guardiola. Por suerte o por justicia poética, esta vez el fútbol relegó la coacción de Real Madrid TV a los árbitros, la plantada infantil del club blanco en los actos previos, el delirante intento de cambiar a los colegiados y los comportamientos violentos e insultantes de los jugadores madridistas.

El equipo de Ancelotti lo intentó, más por impulso y agresividad que por fútbol, pero el Barça de Flick resistió. Al desgaste de la temporada, a las tarascadas del rival, a la extraordinaria pasividad arbitral en el área del Madrid, y a la embestida que dio la vuelta a la final en la segunda parte. El equipo blaugrana tuvo respuesta, como toda la temporada; la respuesta fue coral, como toda la temporada, y como toda la temporada, también, el Barça volvió a ser mejor que el eterno rival, como en la Supercopa de Arabia Saudita (5-2) con un hombre menos, como en el Bernabéu (0-4) o como en la Liga (4 puntos de ventaja). El fútbol y su entorno insisten en generar grandes iconos que marquen la diferencia, cuando la grandeza de este Barça es que la diferencia la marcan muchos, todos. Y en el pulso con este nuevo Madrid galáctico, los goles de Ferran (2-2) y Kounde (3-2) tienen valor de título y de metáfora.

Y aún no está todo dicho, ni ganado. El miércoles, las semifinales de Champions y, después, el sprint final de la Liga. Si la cosa no cambia mucho, la Liga confirmará el trabajo, el hambre y la jerarquía futbolística que los blaugranas han estado demostrando los últimos nueve meses. Es innegable que el Barça ha emergido con fuerza, con un equipo muy joven, reconectando con su afición, con un horizonte ilusionante y con un proyecto que vuelve a generar orgullo y a dar resultados. El Barça de Flick ya ha ganado, por el equipo que ha construido y porque está a ocho partidos de ganarlo todo. El potencial del equipo ya ha quedado demostrado. En todo caso, el doble duelo con el Inter marcará la altura del listón.



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