El Barça cerró el año 2024 con derrota y ha comenzado 2025 con victoria. Ojalá fuera un indicador de lo que les espera a los culés en los próximos doce meses, pero la experiencia dice que es más fiable una hoja de ruta que una carta a los Reyes. En otras palabras, 2025 puede ser el año en que el barcelonismo deje definitivamente atrás la crisis galopante, deportiva y económica, que ha marcado su pulso los últimos seis o siete años, pero solo lo logrará si es capaz de concentrar sus energías en dar pasos sólidos en la dirección correcta, aferrándose a las certezas de su proyecto y corrigiendo los errores del pasado. Obviamente, abrir el melón de un voto de censura contra Joan Laporta y la junta directiva, con todo lo que tiene de división social y de parada institucional, cuando dentro de un año y algo habrá elecciones y el socio podrá evaluar la gestión y decidir qué le conviene más al club para los siguientes años, es una acción legítima y estatutaria, pero no beneficia el interés general del Barça, sino el de algunos de sus socios.
Dentro de un año y algo se podrá poner en la balanza si Laporta ha conseguido o no sacar al Barça del pozo en el que se había metido y si la manera de lograrlo le convence o no. Mientras tanto, lo más positivo y lo más inteligente, desde fuera, pero también desde dentro, es concentrarse en esta escalada, sobre todo en los pasos que sin duda marcarán la capacidad del Barça de volver a alcanzar la cima. Y aquí los más trascendentes para el avance del Barça y para su futuro son el saneamiento de la economía y la construcción del equipo. En términos económicos, las prioridades son volver al Camp Nou para recuperar una de las grandes fuentes de ingresos, garantizar un resultado ordinario positivo al final del actual ejercicio económico y consolidar la situación de 1:1 del fair play financiero para poder operar con normalidad y no tener que vivir montado en el Dragon Khan para ir al mercado de fichajes o para poder inscribir a sus jugadores. Nada es más importante que esto en los próximos meses y, después, mantener una gestión disciplinada que garantice pagar las deudas contraídas.
La otra pata de la remontada es el equipo, porque el balón es el gran motor del club y la buena gestión del balón es lo que acaba incidiendo en la buena salud del club. El equipo de Flick ilusiona y ha demostrado que tiene un gran potencial, pero puede mejorar: la plantilla puede mejorar y la situación de 1:1 debería ayudar después de tres años de precariedad en todas las ventanas de mercado. Ahora bien, si pidiéramos a los culés un balance de lo mejor que le ha pasado al Barça en 2024, la inmensa mayoría pensaría en Lamine Yamal, en Pau Cubarsí, en Marc Casadó, en Dani Olmo…, pensaría en la Masia, que es un hecho diferencial respecto a los otros grandes clubes del mundo, una gran ventaja y una fuente de valor económico y de club excepcional. Y también pensaría en el Balón de Oro de Aitana (el segundo), los dos de Alexia -cuatro consecutivos en total en el femenino- y en el pleno de títulos de un Barça, donde el modelo, el método de trabajo y de liderazgo son ejemplo de proyecto, de excelencia y de resultados más allá de jugadoras, entrenadores y dirección. Dos ideas que deberían prevalecer en la reconstrucción del mejor Barça y más allá.