No sabemos si el Barça estará rodando nuevos capítulos de la serie The next generation; de lo que estamos seguros es que serían de gran interés para entender cómo funciona un equipo y por qué a veces no está a la altura de lo que se espera. No hacía falta ser visionario para saber que esta temporada sería más difícil que la anterior. Porque es más fácil llegar que mantenerse, porque los rivales ya te esperan, porque el equipo blaugrana es todavía joven e inmaduro, porque viene de ganar mucho y no todos digieren el éxito igual, porque lo que hicieron la temporada pasada fue impactante pero muy exigente, porque la demanda de titularidad sube y siguen jugando once y porque este cóctel suele dificultar la fortaleza del grupo.
¿Recuerdan a Hansi Flick hablando de los egos y de volver a jugar como un equipo? Pues eso fue después de empatar en Vallecas el último día de agosto. Ya ha llovido. Y ha habido más avisos, pero dos meses y medio después, en el campo del Brujas, el técnico aún dio otro titular explícito, reconociendo que había faltado «espíritu de lucha» y que esperaba verlo en el campo del Celta. Seguro que a Flick lo sintieron dentro, antes de comentar esto afuera. Pero plantear las cosas así tiene el riesgo de que el equipo no lo siga. Tampoco es casual que en los últimos días ya se haya puesto el foco en la continuidad del técnico y en los malos precedentes en su segundo año en el Bayern. Sea como sea, Flick es un líder, su trabajo es provocar la reacción del grupo y por lo que se vio el domingo en Balaídos, lo consiguió.
Ha costado tiempo, partidos y avisos, pero el Barça de Flick por fin volvió a parecerse a sí mismo en todos los sentidos. ¿Espíritu de lucha? Por supuesto, pero también intensidad y concentración con el balón y sin él, en la presión alta, en las ayudas defensivas de todos, las vigilancias, en las faltas tácticas y en la capacidad de generar en ataque. En un escenario nada propicio, los culés hicieron uno de sus mejores partidos. A pesar de los goles encajados -esto también pasaba la temporada pasada- y de la sensación de montaña rusa en algunos momentos, el equipo controló el ritmo, el balón y el partido, recuperó buenas versiones de casi todos los jugadores, sometió a un rival que venía en racha y invitó al Madrid a rebajar la euforia del último clásico, por los dos puntos que le recortó y por las sensaciones que volvió a transmitir.
Thierry Henry tenía razón, jugar como el Barça jugó en Brujas era un suicidio, pero no por el sistema de juego o por la altura de la defensa, sino por otras cosas. Y eso quedó demostrado tres días después en Vigo. Como también quedó demostrado que sin Pedri, el Barça puede seguir siendo el Barça y puede imponer su ley en el centro del campo. Lo importante es la respuesta del equipo. Si es firme, la temporada será buena o muy buena y, obviamente, los retornos de Raphinha, Pedri y Joan Garcia seguro que ayudan.

