Leo Messi es el mejor jugador de todos los tiempos y, con él tirando del carro en el césped, el Barça de Guardiola se convirtió en uno de los mejores equipos en la historia del fútbol, si no el mejor. Esto lo sabe todo el mundo menos Florentino Pérez y sus corifeos. No es discutible quién ha sido Messi, cómo ha derribado en serie rivales y partidos, cuán feliz ha hecho al barcelonismo y cuán acertado será que algún día su estatua presida la explanada del nuevo Spotify Camp Nou junto a la efigie de Johan Cruyff y de Ladislau Kubala. Pero los culés también saben cuán dura se ha hecho la decadencia del Barça de Messi. Y, por mucho que lo nieguen algunos, en el fondo también saben que el adiós forzado del 10 aquel agosto de 2021 era condición sine qua non para que naciera el Barça de Flick, Lamine Yamal, Raphinha, Pedri, Cubarsí, Fermín, Eric y compañía. Ninguno de ellos sería el futbolista que es ahora si Messi hubiera continuado marcando la línea del equipo y del proyecto.

Las cosas no van siempre como a uno le gustaría que fueran; por eso Messi está viviendo una merecidísima prejubilación dorada en Miami, sin presión, rodeado de amigos y más que provechosa económicamente. Algún día volverá porque el Barça es su casa. Él lo verbaliza y lo demuestra cada vez que puede; la última, visitando y fotografiándose en privado en el Camp Nou como lo hicieron la mayoría de los 45.000 culés que fueron el sábado pasado en el regreso del equipo al estadio dos años y medio después. La anecdótica presencia del argentino, sin embargo, ha puesto a toda máquina la factoría de ficción que rodea a este club. Que si es una jugada electoral contra Laporta y a favor de Font; que si sería bueno que Messi volviera por la puerta grande en el mercado de invierno para cerrar el círculo y retirarse en el Barça; que si el argentino debería hacer el saque de honor en la inauguración del Camp Nou antes del Barça-Athletic…

Al final, las cosas son bastante más sencillas que todo este laberinto de filias, fobias e intereses. El saque de honor y el homenaje emocional fueron del socio del Barça, representado por el socio más antiguo en condiciones de bajar al césped aunque fuera en silla de ruedas (Juan Canela Salamero, 96 años, socio número 6). Las elecciones de la próxima primavera hay que esperar que se celebren pensando mucho en el club y muy poco en la relación personal entre Joan Laporta y el clan Messi. Y este invierno, el Barça continuará teniendo memoria histórica, pero sobre todo continuará mirando hacia adelante y apostando por la nueva era, por el Spotify Camp Nou y por el Barça de Flick y Lamine.



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