Las vacaciones en el planeta fútbol comenzaron con un Mundial de clubes que no era tal, ni cambiará nada, y terminan con otro desastre que nadie sabe explicar y aún menos resolver, como es que la competición comience y el mercado de fichajes continúe abierto. Está claro que los que mandan y organizan en este mundo trabajan de lo mejor. Tan y tan bien que a sus capataces del Estado español no se les ha ocurrido nada mejor que ceder al chantaje del Real Madrid, decapitando al estamento arbitral para hacerlo más -digamos- complaciente aún con el club blanco. ¿Qué puede salir mal? No tardaremos en saberlo. De momento, lo que sabemos es que la nueva cúpula arbitral, como la de la Real Federación Española de Fútbol y la de LaLiga, está en manos de la iglesia madridista. Malos tiempos para la libertad de culto.

Esta ha sido, hasta ahora, la mejor jugada del club de Florentino Pérez en este verano de catarsis después del triplete del Barça, de Lamine Yamal, de la Masia, de Flick y de Laporta en el año I del reinado blanco de Mbappé. Mejor que el fichaje de Xabi Alonso, más segura que los fichajes de Huijsen, Carreras, Alexander-Arnold y Mastantuono y, por supuesto, más eficiente que la decisión de no resolver los dos grandes problemas del equipo madridista, a saber, llenar el vacío de fútbol que tiene en el centro del campo y continuar encadenado a Vinicius Jr. Lo que no han perdido en la casa blanca es su destreza para generar cenas de duro. Así, pues, después del golpe de estado arbitral, de gastarse 165 millones para reforzar el equipo, de pagar suplementos con la esperanza de salvar el año en el Mundial de clubes y de presentarse a la Liga con tan solo dos semanas de entrenamiento, el problema del Real Madrid es que no le hacen un calendario a medida y que LaLiga quiere llevar el Villarreal-Barça a Estados Unidos.

Es lo que hay. Allí y aquí también, porque el Barça, por cuarto verano consecutivo, continúa batallando por fichar y por inscribir. Es el peaje que paga por el desfase económico del mandato Bartomeu y por la decisión de sus herederos de salir del pozo sin renunciar a competir por ganarlo todo, que es lo que quiere el culé. Y es exactamente lo que está pasando. El Barça de Laporta lo ha vuelto a hacer. A pesar de la economía de guerra, las servidumbres del fair play financiero, la falta de margen salarial y la añoranza del Camp Nou, ha vuelto a mejorar el equipo con Joan Garcia y Rashford y a inscribir los dos fichajes sin tener que vender a un jugador importante. Y ha comenzado la temporada más o menos como terminó la anterior, mandando, goleando y con Lamine Yamal marcando la diferencia.



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