El Real Madrid está dedicando mucha energía y recursos a propagar un relato conspiranoico de persecución arbitral organizada. Le da igual que sea groseramente falso, que los hechos, la imagen y el sonido lo desmientan o que nadie lo crea. Florentino Pérez quiere controlar la competición por delante o por detrás y como la tecnología arbitral (VAR, fuera de juego semiautomático…) le pone trabas, el objetivo es poner en crisis todo el sistema para cambiarlo a su favor, comenzando por cambiar a los responsables arbitrales. La fanfarria es espectacular y el ruido directamente proporcional al poder mediático del club blanco, pero entre un montón de fakes, emergen los hechos. Y en Pamplona, Jude Bellingham mandó a paseo al árbitro como hace con relativa frecuencia; a Camavinga le pitaron el mismo penal que pitan a los demás, y Vinicius -de eso hablan poco- falló tres goles cantados que le habrían evitado perder el liderazgo de la Liga. Porque ese es el otro hecho a silenciar. El Barça de Flick, el del 0-4 en el Bernabéu, el del segundo lugar en la Champions, desafía desde hace tiempo la autoridad del imperio galáctico del Madrid de Mbappé por cómo juega y cómo golea. Y después de esta jornada vuelve a ser el primero.

Pocos habrían apostado hace solo un mes que el equipo blaugrana volvería a liderar el campeonato. Pero también fue excepcional que el Barça pasara de tener una ventaja de 9 puntos a finales de octubre a terminar el año 7 puntos por debajo del líder, tras la peor racha en 50 años en la Liga (6 puntos de 24). El equipo blaugrana dejó claro desde el principio qué tipo de equipo aspiraba a ser, apuntando a lo más alto sin complejos. Las lesiones y una plantilla justa le pasaron factura unas cuantas semanas, pero el parón de Navidad dio aire, los Gavi, De Jong, Araujo, Eric y Ferran mejoraron la rotación del equipo y la reanudación ha sido espectacular. En 12 partidos, 10 victorias y dos empates entre Copa, Liga y Champions, 42 goles marcados y una segunda exhibición ante el Madrid (5-2), esta vez con la Supercopa en juego.

No hace falta decir que el fútbol puede desmentir grandes teorías en un par de partidos, pero la realidad es que el Barça llegará a la fase decisiva de la temporada con los deberes hechos, con todos los frentes abiertos y con un equipo empoderado que no para de crecer, incluso en partidos tan poco inspirados de los delanteros como el del lunes contra el Rayo, resuelto por 1-0 y de penalti. Hansi Flick ha conseguido hacer un equipo que transmite ambición, talento y energía y que tiene las ideas muy claras. Hay quince o dieciséis jugadores enganchados, que pueden ser titulares contra cualquier rival y en cualquier escenario. Y no solo se ha ahorrado el desgaste de la eliminatoria extra de Liga de Campeones que se juega estos días, sino que se ha ganado un tiempo precioso para trabajar un poco más el equipo, mejorarlo defensivamente y prepararlo para la hora de la verdad. La noticia en medio de tanta posverdad es que el Barça llegará en perfecto estado de revista y dependiendo solo de él.



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