Así como la vida sorprendió un día a Pedro Navaja, el fútbol también da lecciones a los sabios que suelen certificar qué jugadores no tienen nivel para jugar en el Barça, a pesar de la existencia empírica de claves como la evolución futbolística, la superación individual, el encaje colectivo, y de actitudes tan extremadamente útiles como el beneficio de la duda. Son los tiempos que corren, las sentencias ven la luz antes que las investigaciones, el show no puede esperar y las medias tintas no tienen nada que hacer frente a un buen linchamiento. Por eso, hace unos pocos meses, nadie daba un duro por jugadores como Raphinha, Iñigo Martínez o Marc Casadó y hoy son auténticos pilares en el equipo de Hansi Flick.
Era fácil imaginarse a Lamine Yamal desequilibrando defensores, Lewandowski marcando goles, Pau Cubarsi encontrando líneas de pase o Pedri dirigiendo las operaciones. Y con la misma facilidad algunos habrían enviado a Iñigo de regreso al homenaje en San Mamés, porque dos lesiones hicieron imposible ver la suma de experiencia, carácter, contundencia y buen pie que lo convertían en un buen refuerzo. Tres cuartos de lo mismo para Raphinha, en su caso, de regreso a la Premier League a cambio de un dinerito, porque nadie lo veía como nada más que suplente de Lamine en el extremo derecho. Y a Casadó lo esperaba la última fila del vestuario, cerca de la puerta de salida, sobre todo viendo la planta y el temple de Marc Bernal, con 17 años, emergiendo como lo habían hecho Cubarsí o Lamine pocos meses antes.
Por suerte, el Barça no tiene dinero para tirar por lo fácil y Flick, descontaminado él, tenía claro que para hacer el equipo debía mirar adentro. Y abracadabra, resulta que a Iñigo se le echó de menos en el campo de Osasuna y su dúo con Cubarsí obligará a Araujo a ganarse los minutos, porque con continuidad ha demostrado todo lo que se esperaba de él y aún más teniendo en cuenta la dificultad extra de trazar la línea defensiva, mantenerla y liderarla, en la línea del medio campo. Marc Casadó ha pasado de patito feo a cisne; de capitán general del filial, a motor del equipo y extensión del entrenador dentro del terreno de juego. Kimmich ha dejado de ser una prioridad.
Y Raphinha ha pasado de complementario a esencial. Como extremo derecho no explotaba sus cualidades; Xavi lo vio y Flick también. Ahora, encaja, sabe cómo sumar con velocidad, con profundidad, con dinamismo, con intensidad, con versatilidad, con la capitanía e incluso con una pausa desconocida. Pura evolución que lo ha convertido en jugador clave de este Barça, por supuesto rentable (6 goles y 5 asistencias) y un espejo para otros como De Jong o como un Iñaki Peña a quien algunos no conceden ni medio telediario.