No es lo mismo jugar cuando no has hecho nada y nadie espera nada de ti, que cuando has ganado y eres el rival a batir. Puede que el elogio debilite, pero lo que debilita más es dejar de hacer las cosas bien, dar por hecho una parte del trabajo, aparcar la ambición, olvidarse de los detalles. Es una de las máximas del deporte de élite, llegar es difícil, pero mantenerse lo es más. Y ahora mismo es la obsesión de los tres equipos catalanes de Primera división. El Girona de Míchel hizo una aparición excepcional hace dos temporadas que lo llevó a la Champions, bajó bastantes escalones la pasada y esta ha comenzado bajo mínimos en plantilla, puesta en escena y resultados. El Espanyol de Manolo González ha utilizado la permanencia como un trampolín para seguir progresando como equipo con más confianza, más plantilla y más ambición. Más o menos como el Barça de Flick, aunque ya se ve que para seguir creciendo tendrá que empezar por no perder ninguna de las virtudes que lo llevaron a ganar títulos, enamorar a la gente y ser una referencia para los rivales.

Es cierto que el técnico alemán parte de una situación objetivamente mejor que la de hace un año. El equipo está más hecho, más rodado, la experiencia adquirida suma y el crecimiento de los jóvenes -incluido Lamine Yamal- también. Pero ocurre que el contexto ha cambiado un poco. Y ocurre que la montaña rusa en la que se han convertido los mercados para el Barça los últimos años ha subido con los fichajes de Joan Garcia y Rashford, pero ha bajado con la despedida de Íñigo, que pone tareas a la defensa, y ha hecho tambalear las aspiraciones máximas del equipo esta temporada con la tentación de traspasar a Marc Casadó o Fermín a la Premier.

A partir de aquí, Flick tiene mucho trabajo. De entrada, convencer a los jugadores de que para volver a ganar tendrán que hacerlo tan bien como la temporada pasada y un poco mejor, tendrán que seguir creciendo como equipo, tendrán que ganarse los galones otra vez, cuando vean las alineaciones tendrán que seguir aceptando que el grupo es mucho más importante que cada uno de ellos, tendrán que esforzarse igual o más en la presión, en el trabajo solidario y en los entrenamientos y tendrán que buscar un plus para seguir teniendo capacidad de sorpresa ante unos rivales que los conocen, los estudian y ya los esperan.

Esta es la principal inquietud de Hansi Flick y no se esconde nada. Hace días, reconocía que «lo más importante este año será la gestión». No ocultó el malestar con los primeros días de pretemporada de Fermín, con el partido de sus hombres en Mallorca a pesar del 0-3, con las concesiones defensivas al Levante a pesar de la remontada (2-3), con el club por la incertidumbre en las inscripciones o la tentación de hacer una venta que debilite la plantilla. Pero después del empate del domingo en Vallecas se le entendió todo: «Tenemos que hablar del equipo, no de los jugadores. Espero que cuando el mercado cierre todos estén comprometidos al cien por cien. Es importante que no haya egos, porque matan las posibilidades de éxito… Tenemos que volver a jugar como un equipo…». Ya se ve que Flick tendrá que multiplicarse, pero la respuesta la tendrán sus jugadores.



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