Los clubes de fútbol, que sostienen y hacen posible el fútbol de élite, llevan años conviviendo con la pandemia del virus FIFA, pero no hay vacuna conocida que lo mantenga a raya, protegiendo la integridad de los futbolistas, de los clubes que les pagan y del espectáculo. Al contrario. El Mundial de Clubes ha sido el último ejemplo y la parada de tres semanas (septiembre-octubre) a partir de 2026 será la siguiente. El seleccionador español, Luis de la Fuente, es un agente más del virus. Desde que accedió al cargo, ha querido transmitir buen rollo, colaboración, transparencia y un mantra: «La salud del jugador está por encima de todo».

Hechos y no palabras… Lamine Yamal se fue en la última convocatoria de la selección con molestias en el pubis y ha regresado con una lesión que lo ha dejado fuera del partido de liga con el Valencia y del estreno de Champions en Newcastle. A De la Fuente no le importó la salud y la integridad del futbolista cuando decidió infiltrarle analgésicos para poder jugar contra Bulgaria y también contra Turquía. En lugar de descanso, tratamiento y entrenamiento de refuerzo, dos partidos de pre-Mundial, más de 70 minutos en cada uno de los dos a pesar de estar ya sentenciados al descanso y medicación para inhibir el dolor. La ley lo ampara para eso y para más, pero sobra la hipocresía. Importar, solo importa su bagaje y el camino triunfal de España; el físico del jugador las próximas semanas le importa un comino y el castigo al Barça y a sus aficionados, aún menos.

El único aspecto positivo del episodio es que Hansi Flick pudo demostrar que, efectivamente, el equipo está muy por encima de su jugador estrella. El técnico tocó la tecla correcta con su aviso tras tres jornadas a medio gas y, con Lamine de baja forzosa, aún reforzó la decisión dejando en el banquillo a Lewandowski y Raphinha, este por llegar tarde a la sesión de activación previa al partido con el Valencia. El Barça no había ganado sin Lamine (un empate y dos derrotas) y, sin toda la delantera titular y con Roony, Ferran Torres y Rashford en el campo, el equipo igualó el ritmo y la autoridad de la temporada pasada, desmanteló al Valencia y demostró que hay vida sin el 10.

Lo mejor es la reacción del grupo, pero lo peor está por llegar, porque es año de Mundial, de presión extra a la selección, de jugadores sobre motivados por estar y de calendario aún más comprimido. De la Fuente ya ha marcado el terreno de juego. Es la tormenta perfecta. A partir de aquí, es el mismo Barça quien debe hacer todo lo necesario para proteger la integridad de sus jugadores internacionales, que son muchos, y sus propios intereses. Porque, por mucho que digan, nadie más lo hará.



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