Las dos derrotas del Barça en la Liga, la primera en el campo del Osasuna y la segunda en el de la Real Sociedad, han coincidido con la ausencia de Lamine Yamal y esto ya ha dado pie a hablar de la dependencia del joven talento de la Masia. Nada nuevo bajo el sol blaugrana. Después de una década entregados en cuerpo y alma a la capacidad sobrenatural de Leo Messi, resulta incluso normal recurrir al síndrome de abstinencia para explicar cualquier mal paso del equipo, pero no es la respuesta correcta. No lo es, por definición, porque los 17 años de Lamine ni pueden, ni tienen por qué soportar la responsabilidad de las victorias o derrotas de un equipo como el Barça. Y tampoco lo es a la vista de los hechos, porque si el Barça de Flick se ha hecho tan grande en tan poco tiempo es principalmente gracias al funcionamiento colectivo, no a la presencia de Lamine Yamal.

Tener a un tipo en el equipo con el talento, la personalidad y la capacidad de influir que tiene Lamine Yamal, obviamente, hace la vida un poco más fácil, porque te da un plus a la hora de marcar diferencias con el rival de turno y en algunos partidos concretos puede ser decisivo, pero es un plus para mejorar, no un requisito para competir. El ejemplo lo tenemos a seiscientos kilómetros de distancia, donde el mejor equipo y el mejor entrenador de la temporada pasada, después de reforzarse con un jugador diferencial como Kylian Mbappé, ha perdido competitividad e intenta esquivar el naufragio.

Hay otras maneras de decirlo. En el Bernabéu, el Barça goleó (0-4) rematando 15 veces, 7 entre los tres palos; frente al Bayern (4-1), fueron 12 y 4; frente al Osasuna, en la única derrota en los 12 primeros partidos de Liga (4-2), el equipo blaugrana remató 12 veces, 6 entre palos. En Anoeta, en cambio, el Barça no remató entre palos en todo el partido, a pesar de intentarlo en 11 ocasiones. Es el único partido de los 17 disputados en que no ha marcado, a pesar de ser el máximo goleador de Europa (55 goles) y tener la mejor diferencia de goles (+32 en Liga y +10 en Champions), gracias a la eficacia de once goleadores diferentes. La ausencia de Lamine no explica estos datos, como tampoco los numerosos errores de varios jugadores en pases, controles y decisiones tomadas durante la fase ofensiva del equipo.

El gran momento de Lewandowski, la progresión sideral de Raphinha, el generador de fútbol de Pedri y Olmo, el equilibrio que da Casadó, la omnipresencia de Kounde, el liderazgo de Iñigo, la verticalidad controlada del juego ofensivo, la eficacia del sistema defensivo con la presión muy alta y la línea defensiva adelantada, en definitiva el equipo, el plan colectivo, el trabajo de grupo y el protagonismo compartido son los que marcan la diferencia para situar al Barça donde está ahora, liderando la Liga en solitario con seis puntos de ventaja y tirando del carro en la Champions con 9 de los 12 posibles. A Lamine se le puede echar de menos por lo que aporta, pero no por lo que deja de aportar al equipo. La Real con su esfuerzo titánico, el arbitraje con su criterio tolerante y el VAR anulando un gol legal de Lewandowski empinaron considerablemente el camino y el equipo, esta vez, no tuvo ni el empuje, ni la inspiración suficientes.



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