Aún con la resaca de la interminable retirada de Rafa Nadal -no tan agónica como la última temporada en pista- como último servicio patriótico, este adiós ha coincidido con la consolidación definitiva de Alex Corretja como comentarista televisivo. Una figura que quisiera reivindicar porque dignifica el deporte de la raqueta.
Como jugador, el santcugatense fue el único de la generación dorada que no obtuvo ningún título de Grand Slam: Albert Costa y Ferrero conquistarían la tierra batida de París al igual que Moyà, precisamente doblando a Corretja en 1998, quien se vengaría del mallorquín a finales de ese mismo año en una épica final de la Masters Cup. Primero Moyà y luego Kuerten lo privarían de la gloria parisina, pero él fue capaz de ganar a Becker en Gstaad y de superar a Agassi en dos torneos en territorio norteamericano sobre superficie dura. Ninguno de los otros lograría triunfos contra rivales tan prestigiosos.
Su currículum deportivo -diecisiete títulos individuales, tres en dobles, un bronce olímpico y una Copa Davis- en una era tenística de muchos más candidatos competitivos que la actual, se vio interrumpido bruscamente por una lesión ocular. El camino fácil habría sido rendirse o vivir del nombre -que lleva la pista número 4 del Club Tennis de La Salut-, pero enseguida se dio cuenta de su potencial mediático y ha sabido rentabilizarlo.
Divertido sin hacerse el gracioso, aportaciones técnicas de calidad renunciando a disquisiciones estrambóticas o a un argot barroco, voluntad didáctica, interacción en redes con los seguidores, emocional sin fanatismo y políglota, ventaja que le permite entrevistar jugadores en francés o inglés y participar en programas junto a leyendas como Mats Wilander. Si tiene que poner el micrófono a un grupo de aficionados, lo hace, si le instan a mojarse por una quiniela, también, si tiene que evocar anécdotas, las cuenta sin ego ni añoranza, si tiene que inventarse juegos de palabras para amenizar la narración, no duda en prestarse. Y cada vez que una pelota se escapa por centímetros, es “por un pelo”, expresión válida en la lengua de Cervantes aunque pueda sonar como una catalanada y, en cualquier caso, tan genuina como los gritos «¡A la madera!» y «¡Adentro!» del comentarista Luis Miguel López en los partidos de balonmano, referidas respectivamente a los postes y a los goles.
Listo, con tanto discurso como capacidad de improvisación, buen gestor de los silencios y los agradecimientos. Nunca tiene malas palabras para nadie y a base de simpatía y conocimientos goza de un respeto unánime. Corretja incita a subir el volumen del televisor -suele suceder lo contrario en las retransmisiones futbolísticas, por la contaminación acústica del partidismo- y enaltece una atmósfera ya de por sí mucho más elegante y respetuosa que la de otras modalidades deportivas. Los profesionales en activo lo recuerdan y prácticamente se ha convertido en un elemento distintivo más de las competiciones más relevantes del circuito. Tenemos Corretja para rato.