El fútbol pocas veces suscita unanimidades, como los cambios, por eso era previsible que la celebración de un partido de Liga en Estados Unidos provocara ruido. Lo que sorprende es tanto revuelo, aspavientos e hipocresía en una reacción que ha interpelado desde los futbolistas hasta el gobierno del Estado, pasando por clubes, RFEF, AFE, LaLiga, la UEFA y la FIFA, sin descartar que también Donald Trump tenga algo que decir de aquí al 20 de diciembre, la fecha elegida para el Vila-real-Barça en el Hard Rock Stadium de Miami.

Cada uno es dueño y esclavo de sus palabras, pero a estas alturas de la película del fútbol no es serio escandalizarse por esto. Jugar este partido (u otro) en Estados Unidos es tan normal como jugar una Supercopa de España con cuatro equipos en Jeddah (Arabia Saudita), como disputar un Mundial en Catar o como inventarse una Liga de Naciones o un Mundial de Clubes con 32 participantes y un montón de partidos más en el calendario. Tiene exactamente la misma lógica que jugar partidos con menos de 72 horas de descanso porque así lo dicen las televisiones, pagar decenas de millones de euros por tener y por retener a un futbolista o inventarse camisetas del Barça de todos los colores, a cuadros o con zigzags, como la que estrenará en la próxima Supercopa.

Si no nos llevamos las manos a la cabeza por hacer negocios con países como Catar, Arabia, China o el Congo, o porque la ley obligue a un futbolista a jugar con la selección española aunque no quiera o porque el VAR pueda pitar un penalti que ha descartado el árbitro de campo a tres metros de la jugada y los que lo han visto repetido por la tele, no tiene sentido hacerlo porque LaLiga quiera expandir la marca y vender su producto en el mercado más potente del mundo, trasladando allí un partido.

De Jong no dice ninguna mentira cuando afirma que el Vila-real-Barça de Miami es peor para el jugador, para el calendario, para la equidad de la competición y que solo se entiende en términos de marco y de recompensa económica. Pero si él o quien sea, acepta sin decir ni pío cobrar lo que le pagan por poner su talento al servicio de este montaje, tampoco puede esperar que nadie le haga caso cuando plantea estas objeciones. El fútbol ya hace tiempo que tiene más de producto que de deporte y si algún día se quiere poner freno a esta deriva, algo poco probable, tendrán que pagar los costes entre todos.



Nuevo comentario

Comparte

Icono de pantalla completa