Es el elefante en la habitación del que no se quiere hablar porque no queda bien y suena a excusa, pero todos saben que está ahí. El Real Madrid saca petróleo del arbitraje y lo hace porque puede. Tiene más poder que cualquier otro club para condicionar a los árbitros, no tiene ningún reparo en hacerlo a plena luz del día a través de sus altavoces mediáticos y el madridismo sociológico no es un invento de Joan Laporta sino su ventaja capilar en los estamentos federativo y arbitral. Y no pasa nada por decirlo. O explicar que el Madrid es el club más beligerante, por no decir el único, contra el VAR, porque la evidencia tecnológica lo delata y sobre todo lo perjudica. Recuerden, si no hubiera sido por el videoarbitraje, el Barça habría comenzado en el clásico del domingo perdiendo 2-0 por un penalti y un gol inexistentes. Recuerden, si no fuera por el VAR, de los dos clásicos ganados la pasada liga (0-4 y 4-3) el Barça habría perdido el de Montjuïc y habría comenzado perdiendo el del Bernabéu. Recuerden…

Lamine Yamal en el contexto informal de la Kings League y de sus 18 años, simplemente dijo lo que todos saben, pero alguien lo convirtió en cuestión de estado, porque ya han asumido que Lamine es su nuevo Messi y porque hay cosas que no se pueden decir, ¡solo faltaría! ¿No recuerdan cuando el madridismo adoraba el dedo de Mourinho y el mismo entrenador, Cristiano Ronaldo y algún otro jugador hacían el gesto de robar delante de las cámaras acusando al Barça (de Guardiola) después de una semifinal de Champions? Y tampoco recuerdan que su club acusa al Barça de robar en la causa Negreira, a pesar de que en dos años no se ha presentado ninguna prueba que sostenga la acusación.

En el debut de Lamine Yamal en el Bernabéu, con 16 años hace dos temporadas, el árbitro convirtió su gol en gol fantasma y después convirtió una piscina de Lucas Vázquez en el penalti de la victoria blanca (3-2). Y todo esto rodeado por delante y por detrás de los videos intimidatorios de Real Madrid TV. ¡Claro que roban! Y se quejan, porque no les dejan robar como cuando el fútbol era analógico. Y si un chico de 18 años se atreve a decir en voz alta lo que piensan millones, se hacen los ofendidos y acaban el clásico yendo a buscar al chico de tres en tres. Obviamente los más listos de la clase. Carvajal, Courtois y Vinicius. Ellos, que tienen en el equipo a un acusado de robar y difundir pornografía infantil.

Lamentablemente, de este último clásico, se recordará mucho la inocentada previa de Lamine Yamal y la pelea burda del final, y muy poco el duelo futbolístico. Un duelo pobre porque el Barça de Flick, por diversas razones, no ha podido aún ni acercarse al ritmo y la eficacia de la temporada pasada y porque el Madrid de Xabi Alonso no tiene respuestas nuevas a sus antiguos problemas, a saber, la pesada carga que es Vinicius, y el agujero negro que la despedida de Kroos y Modric dejaron en el centro del campo. La euforia blanca es ciertamente sobreactuada, pero el Barça está consumiendo el tiempo para enderezar el rumbo.



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