Jordi Amat, el futbolista catalán que se ha convertido en príncipe de Indonesia

El futbolista catalán Jordi Amat ha visto como su vida cambiaba drásticamente los últimos meses. Nacido en Canet de Mar en 1992, se ha convertido ciudadano indonesio gracias a su abuela, y también ha acontecido jugador de la selección del país. Esto ya es impactante, porque Amat había vestido la camiseta de la selección catalana y de la selección española en las categorías inferiores. Lo más surrealista, sin embargo, es que también se ha convertido en rajá, es decir, príncipe, de la isla de Siau, una zona volcánica del archipiélago de Sangir, en Indonesia, con 22.000 habitantes. Su bisabuelo también fue rajá de Siau.

Jordi Amat explica cómo se ha convertido en príncipe de Indonesia

Amat ha explicado esta historia tan curiosa en el programa Tot es mou de TV3: «De pequeño, mi abuela me decía que yo era el príncipe heredero, pero pensaba que era un cuento y poca cosa más». Ahora que se ha hecho realidad, Amat considera que esta novedad «no me cambiará mucho la vida», porque este título «no está al nivel de los que conocemos nosotros como príncipe y no es comparable con el de los reyes de España». Ahora mismo, su misión es «trabajar por el pueblo y hacer alguna aportación económica porque hay muchas cosas a hacer en la isla». Así es la nueva vida de Amat. El catalán es uno de los setenta rajás de Indonesia, el archipiélago más grande del mundo, con 17.508 islas y más de 250 millones de habitantes. Su idea es combinar su título con el fútbol.

Formado en las categorías inferiores del Espanyol, Amat fue perico hasta 2013. Después pasó por el Rayo Vallecano, el Swansea City, el Real Betis, el Eupen belga y ahora es jugador del Johor de Malasia. Después de ser internacional en todas las categorías inferiores de la selección española, Amat decidió nacionalizarse con la nación asiática, gracias a su ascendencia por parte de abuela. Debutó con la selección en la primera jornada de la AFF Cup y lo hizo con una victoria por la mínima (2-1) ante Camboya. Tiene treinta años, así que todavía le queda mucho fútbol en sus botas.