En uno de esos documentales televisivos que dignifican el periodismo deportivo, Obradovic es merecidamente exaltado por haber coleccionado nueve títulos de la máxima competición continental de baloncesto. De hecho, en los banquillos de la Final Four de 2018 se sentaban tres discípulos del técnico serbio (Itoudis, Laso y Jasikevicius), además de él mismo. Hizo campeona a la Penya y al Madrid de Sabonis. Triunfa y seduce en todas partes.

Cuando Laporta aterrizó por primera vez en la presidencia azulgrana en 2003, encomendó el proyecto futbolístico a Rijkaard -acierto total-, y al mismo tiempo mostró la puerta de salida a Jasikevicius, el base del equipo que acababa de conquistar el triplete, incluyendo el cetro europeo. La clásica excusa de los recortes presupuestarios. El base lituano ficharía por el Maccabi, donde lograría dos Euroligas consecutivas -siendo el jugador más valioso en la edición de 2005-, que se añadirían a la de 2009 y a la de este año, ya como entrenador, dos años después de abandonar a regañadientes el Palau. Qué visionario, Jan, que tampoco dudó en prescindir de Mirotic o de Jabari Parker y que, evidentemente, le faltó valentía para, al menos, plantearse la utopía de reunir a los hermanos Gasol antes de que se retiraran. Tomic tampoco servía y aún brilla en Badalona.

No se está difundiendo mucho, pero una vez disputadas cinco jornadas de Liga ACB, el Barça ocupa la décima posición de la tabla, con solo dos victorias. Aunque ahora parezca anecdótico y se intuya complicado repetir un ridículo como el de la etapa Bartzokas, las sensaciones apuntan a que a Peñarroya le siguen quedando grandes los pantalones, que se ve continuamente sobrepasado, sin los conocimientos, ni el carisma, ni las broncas revitalizadoras de Sarunas. Escasa confianza en la cantera y nula capacidad de retener el talento joven lejos del sueño americano. Y con un líder (Shengeila) de 34 años. La plaga de lesiones del curso pasado, una asignatura que Flick también ha suspendido: ¿en ambos casos, incorrecta planificación física o ineptitud médica?

Lo diré sin rodeos: no es que esta plantilla tenga poco recorrido en Europa, sino que sufrirá mucho para clasificarse para el play-off de la ACB. Una circunstancia que avergonzaría a la generación de los Epi, Solozábal, Sibilio, Jiménez o Norris, que curiosamente compensaba las decepciones futbolísticas de mediados y finales de los 80.

Navarro, a quien se le reprochaba una jubilación dorada al regresar de la NBA, ha demostrado mucha menos puntería en los despachos que desde la línea de 6,75. Dos ligas en los últimos once años sería una cifra preocupante en cualquier otro club, con el añadido humillante de tener que rendirse a las excelencias de los bloques compactos del Madrid, el Unicaja o el Valencia. Lo más grave es que se ha corroborado por enésima vez que Laporta desvirtúa el lema más que un club, porque no le interesa en absoluto la sección de baloncesto, que se ha vuelto perdedora. ¿Hasta cuándo?



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