El 19 de julio de 2020, en el Gran Premio de España en Jerez, Marc Márquez sufrió una caída que cambió el rumbo de su carrera. Lo que parecía una lesión más se convirtió en una pesadilla: el brazo derecho no respondía y los médicos tuvieron que operarlo hasta cuatro veces, con complicaciones que ponían en riesgo incluso su movilidad cotidiana. Cuando intentó volver a pilotar en 2021, comprobó que su cuerpo no era el mismo: dolores constantes, pérdida de fuerza y esa extraña sensación en el brazo que le hacía dudar en cada curva. A esto se añadieron episodios de diplopía (visión doble) tras nuevas caídas y la frustración de una moto Honda que ya no le permitía ser competitivo. En más de una ocasión confesó que había pensado en retirarse. Sin embargo, el orgullo y el espíritu de superación lo empujaron a seguir, ya que en el fondo había una pregunta que no le dejaba descansar: “¿Todavía soy competitivo?”. Esta necesidad de responderse a sí mismo lo llevó a rebelarse contra el dolor, a soportar sesiones interminables de fisioterapia y a comenzar de cero cuando muchos ya lo daban por acabado.
Rechazó 28 millones de Honda para correr gratis en Gresini y demostrarse que todavía era competitivo
El punto de inflexión llegó con la decisión más dolorosa de su trayectoria: dejar Honda. Era la moto que le había dado seis títulos de MotoGP, el equipo donde había crecido y una auténtica familia con Santi Hernández y todo el box. Renunciar a ello le rompió el corazón, pero la realidad era terca: Honda ya no le daba una moto ganadora y él no estaba dispuesto a despedirse del Mundial sin probarse de nuevo. Además, la decisión conllevaba un coste económico enorme, ya que dejó atrás un contrato multimillonario y pasó a correr casi gratis con Gresini. Lo hizo por orgullo y por necesidad personal, asumiendo el riesgo de que, si ese año no era competitivo, su carrera quedaría finiquitada. Allí, junto a su hermano Álex y bajo la confianza de una estructura pequeña, pero familiar, recuperó sensaciones, volvió a ganar y, sobre todo, se demostró que todavía podía estar en la cima. Esa apuesta valiente le abrió las puertas del Ducati Lenovo Team y cambió definitivamente su futuro.

En su primer año con la Ducati oficial, Márquez no solo ha vuelto a ganar, sino que ha arrasado. Ha superado el récord histórico de puntos en una temporada, ha igualado las nueve coronas de Valentino Rossi y ha vuelto a hacer vibrar a la afición como en sus mejores tiempos. Pero más allá de las estadísticas, la suya es una historia de resiliencia. Pasó de la gloria absoluta a la desesperación de no saber si podría volver a correr, de verse roto física y mentalmente a levantarse de nuevo. “En 2019 me sentía invencible y aprendí que no lo era. Ahora intento disfrutar cada momento”, reconoce. A sus 32 años, dice que valora mucho más cada victoria, consciente de que nada está garantizado. Su regreso es considerado ya uno de los más grandes de la historia del deporte, comparable a los de Michael Jordan, Muhammad Ali, Tiger Woods o Federer, y lo consolida como una leyenda viva del motociclismo y del deporte en general. 2.184 días después, Márquez ha vuelto.