el Girona está de moda. Esta temporada el club de Montilivi ha arrebatado la corona de primer equipo catalán en la Liga al omnipotente Barça. En esta primera jornada de Liga del 2024, el Girona ha vuelto a hacer historia, con un partidazo contra uno de los gigantes de la Liga, el todopoderoso Atlético de Madrid. Un match con todos los elementos de una disputa al más alto nivel de la Premier. Un gol de desempate ha hundido Montilivi con un estallido de euforia cuando ya se acababa el partido. El estadio gerundense, desde hace unos meses, es un verdadero templo del fútbol de buen gusto, competitivo y sin pretensiones morales, aseado por un profesional como Míchel.
Uno de los seguidores del Girona es el presidente en el exilio, Carles Puigdemont, que antes de presidente fue alcalde de la ciudad, a pesar de que reconoce que no es «el prototipo de seguidor del club de toda la vida». De hecho, empezó a seguir el Girona en Segunda B, pero no antes. Así lo explica en declaraciones a Món Esport, a raíz de un reportaje sobre el cambio de paradigma que ha supuesto la buena situación del club para los seguidores que tienen el carné del Girona desde las tinieblas del tiempo y las categorías inferiores.

«Costaba encontrar gente con la camiseta del Girona»
Puigdemont tiene el carné del Girona. De hecho, lo ha dejado alguna vez a algún compañero y periodista de la vieja guardia gerundense. El presidente iba a ver el Girona cuando «todavía era un club gestionado localmente, con muchos jugadores de la casa, y que atraía poca afición más allá de la ciudad». «En el campo iba poca gente, y subir a Segunda A nos parecía un objetivo extraordinario», recuerda. Una opinión bastante compartida por veteranos del club que viven entre el gozo de ver el equipo en una situación a extraordinaria y el miedo de despertar de golpe del sueño, como podría pasar con un equipo de presupuesto modesto.
«Si nos hubieran preguntado si nunca jugaríamos en Primera, habríamos sonreído y habríamos respondido que ya nos conformaríamos con mantener la categoría en Segunda A», recuerda Puigdemont. De hecho, el presidente exiliado hace memoria y recuerda que «al campo le hacían falta muchas reformas y los presupuestos, tanto el del Ayuntamiento -el campo es municipal- como del club, eran muy escasos». Un problema que ahora también analizan varios socios y la directiva sobre si hay que ampliar, reformar o, incluso, por qué no, construir uno de nuevo. En todo caso, hoy en día, la situación del Girona es fabulosa cuando todavía hace pocos años, y según Puigdemont, «costaba encontrar gente con la camiseta del Girona o que conociera los jugadores y las alineaciones». Como diría Valdano, el fútbol, como la política, no deja de ser un estado de ánimo.