El Girona Fútbol Club llegó a la «Catedral» con la voluntad de dejar atrás el pasado y el único que ha hecho ha sido tropezarse con él. El equipo quería olvidarse de la derrota vivida en el Santiago Bernabéu, donde la superioridad que sufrió fue peor que el resultado en sí mismo. Pero San Mamés es uno de los estadios que siempre exige más al conjunto que lo visita y el Athletic Club lo demostró con contundencia sobre el césped. Mientras el Girona ocupa las portadas por la histórica temporada que está realizando, Ernesto Valverde ha hecho de este Athletic una extensión de su carácter: un equipo que trabaja mucho y mejor desde el silencio. Los leones han superado a los gerundenses con un 3-2, un resultado que no beneficia a ningún equipo catalán. Ni hace realidad sueños que se imaginan al lado del río Ter, en forma de Liga y de recortar distancias con el Real Madrid, ni ayuda a evitar las pesadillas en Barcelona, donde se ve cómo la entidad vasca puede cobrar por el camino la plaza de la Champions League de la Atlético de Madrid o del Barça.
Un partido por el olvido de Aleix García y Miguel Gutiérrez
Al Girona se le hizo bola jugar en San Mamés porque desde un principio fue a contracorriente. No pasaron ni dos minutos enteros del partido para que llegara el primer gol del Athletic, de Álex Berenguer con asistencia de Aleix García. El mediocentro de Ulldecona quiso cambiar el sentido en la salida de pelota, pero su pase fue erróneo y acabó a los pies de Berenguer. El vasco no dudó ni un segundo y superó primero a Arnau Martínez con un recorte y después al renovado Paulo Gazzaniga con una gran definición para avanzar a su equipo. Los gerundenses intentaron recuperarse, pero realmente nunca estuvieron cómodos. La posesión no es reconfortante si no genera peligro al equipo rival. Mientras Iñaki Williams amenazaba con pelotas a los palos, los de Míchel Sánchez se tenían que conformar con tímidas ocasiones de Viktor Tsygankov y Yangel Herrera.
El fútbol tiene que las expectativas pueden caer tan deprisa como crecen y esto es el que le pasó en el Girona. Cuatro minutos después del inicio de la segunda parte, el Girona puso el empate gracias a Tsygankov. Savinho quiso hacer un centro, pero el rebote acabó en los pies de Iván Martín, que se sacó del sombrero una asistencia por el ucraniano. La alegría duró poco para los gerundenses, que vieron cómo Berenguer volvía a marcar cinco minutos después. Esta vez fue Miguel Gutiérrez quien recogió el testigo de Aleix García, pecando de confiado en la hora de sacar la pelota jugada. La noche del madrileño no mejoró, puesto que cuatro minutos después sufrió por ser ‘blando’ con Williams, que puso el 3-1 al marcador. De todos modos, el Girona tuvo un tramo final de fe con un gol de Eric Garcia en el 75′, no sin la tensión de la aparición en escena del VAR.
La segunda parte era fácil de disfrutar para cualquier forofo que no fuera gerundense. Los leones demostraron que los desaciertos no siempre son naturales. Quizás errar es el que nos hace humanos, pero si García y Gutiérrez aparecen a las ‘fotografías’ de esta noche, es porque el equipo de Valverde sabe cómo forzar los errores. La lucha por posiciones de la Champions League no llega por el arte de la casualidad, y luchando es como acabó el partido después de nueve minutos de añadido. Los de Míchel se apresuraron hasta el final a través de Artem Dovbyk y de Juanpe Ramírez, que lucía el brazalete de capitán. Pero el Girona se encomendó a la fe, que ya es una mala señal en sí misma; y a la vez demasiado tarde, porque los errores ya estaban cometidos. También porque, a creer, nadie gana al Athletic en su casa. Que se lo pregunten a Dani Vivian después de evitar el empate bajo palos.