Món Esport
Reguladores y beneficiarios: el «conflicto de intereses» de UEFA y FIFA

«Estamos cerca de llegar a la huelga». Así de contundente se mostró el ahora Balón de Oro, el centrocampista defensivo del Manchester City Rodri Hernández, pocas horas antes de la primera jornada de Champions League, a mediados de septiembre. Tras pasar por una larga Eurocopa de selecciones y ante la perspectiva de hasta cuatro paradas internacionales en los primeros meses de competición de clubes, Rodri -y la mayoría de jugadores, tal como aseguraba la misma estrella citizen– están cerca de llegar a su límite. La cifra de partidos que las fechas internacionales, impuestas por la FIFA y la UEFA, cargan sobre el calendario regular es «ineficiente», y hace «imposible mantener el nivel físico». Pocos días después, Rodri sufrió el mismo destino del que alertaba, con una grave lesión en el ligamento cruzado anterior y en el menisco de su rodilla izquierda, sobrecargada por las fechas de federaciones. Ante este agravio, futbolistas y clubes se han aliado para combatir una situación anómala: la clara imposición del calendario competitivo por parte de los organismos reguladores del fútbol europeo y global. Un agravio que parte, tal como explican los expertos consultados por Món Esport, de una inmensa contradicción que perfora el fútbol de élite: los organizadores de las competiciones internacionales «explotan económicamente los derechos que se derivan del fútbol, y a la vez son los actores que lo regulan«, denuncia el economista y jefe de estudios del Instituto Ostrom Roger Medina.

FIFA y UEFA regulan el fútbol… y también se benefician

FIFA y UEFA, pues, hacen las leyes y ganan con ellas, hecho que genera una importante indefensión para empresas -clubes y ligas- y trabajadores -jugadores-. Hasta el punto, añade Medina, que un «rol dual» como el que ostentan las federaciones sería impensable en cualquier otro sector o industria. «Sería como si el BCE, que regula la banca europea, fuera él mismo un banco comercial», ejemplifica el experto. Las dos caras de los organismos generan, a juicio del director del máster en gestión deportiva de la UPF-BSM Carles Murillo, unas «graves disfunciones que provocan grandes problemas», como cualquier «conflicto de intereses» flagrante que en otras ramas de la economía serían eliminados. Así, Gianni Infantino y Aleksander Ceferin dirigen unas organizaciones que «conceden licencias, determinan quién entra al mercado; pero ellos mismos participan en él»; y regulan en beneficio propio. Un ejemplo, de hecho, pesa sobre los jugadores: en tanto que beneficiario de la actividad económica generada por las competiciones internacionales, UEFA y FIFA se atribuyen el derecho de obligar a los jugadores a acudir a las convocatorias de sus selecciones. «Los activos, en este caso los jugadores, ni siquiera son suyos; sus derechos pertenecen a otras entidades deportivas, pero imponen su uso», critica Medina.

Gianni Infantino y Aleksander Ceferin, en el palco de un partido de Champions | Europa Press
Gianni Infantino y Aleksander Ceferin, en el palco de un partido de Champions | Europa Press

El problema, reconoce el economista, radica en la nebulosa definición de la actividad de las federaciones. Viven, asegura Medina, en unos «limbos legales» que reconocen la especificidad de la actividad deportiva frente a otras iniciativas empresariales; pero que también abren la puerta a una «dualidad» difícil de gobernar. «Es un deporte, sí, pero también es un negocio para todos los actores que participan: clubes, organizaciones, deportistas… todos tienen intereses económicos», desarrolla Murillo; si bien las federaciones mantienen la capacidad única de legislar. Lo hacen, además, sin una fiscalización clara: están vinculados al Consejo Superior de Deportes del Ministerio de Cultura, pero se gobiernan autónomamente, sin los vínculos democráticos que sí dirigen la actuación de otros organismos reguladores. «Son entidades de derecho privado, aunque tienen una participación pública; y, como tal, solo se adscriben al TAS -el Tribunal de Arbitraje Deportivo-«, añade. Una capa más de opacidad respecto de las instituciones electas que aleja aún más su acción del ojo público. «Claramente -afirma el economista- falta un mecanismo mucho más claro de fiscalización, teniendo en cuenta los intereses de las partes y la manera de proceder y regular».

Pocas soluciones y muy difíciles de aplicar

La alternativa, sin embargo, es altamente problemática: el carácter internacional del fútbol de élite elimina la posibilidad de controles estatales, y no existe ninguna estructura supranacional -más allá de las mismas uniones en cuestión- capaz de asumir la tarea. Los únicos cambios que han logrado futbolistas y organizaciones, como recuerda Medina, han sido forzados por la jurisprudencia europea: es el caso de la sentencia Lass Diarra, que establecía que las limitaciones a los fichajes y traspasos impuestas por la UEFA chocaban de manera flagrante con la libertad de movimiento -especialmente garantizada para la fuerza de trabajo- consustancial a la Unión Europea. También fue el caso del denostado proyecto de la Superliga: en aquella ocasión, la justicia europea llegó a reconocer que las federaciones «abusaban de su posición» como regulador y organizador de competiciones internacionales para evitar la competencia, en un movimiento ilegal y perseguido en Europa en cualquier otro sector económico. «La solución -reflexiona Murillo- sería tener un órgano regulador independiente; o concesiones por parte de los actores, pero UEFA y FIFA están tensando demasiado la cuerda«.

Con el caso Diarra, que recién se resolvió hace un mes, se abrió la veda de un posible cambio, ya que para muchos el hecho de que la justicia europea frenara a la UEFA supuso un punto de inflexión. Esto lo aprovecharon las ligas y FIFPro, el sindicato de los futbolistas, para lanzar una denuncia por abuso de poder contra la FIFA, que fue muy sonada e incluso se presentó en una rueda de prensa. Lo más destacado era el calendario y su saturación. «La denuncia sostiene que la FIFA, al establecer el calendario de partidos, está abusando de su posición dominante, actuando unilateralmente y sin el necesario respeto por la salud y el bienestar de los jugadores, ni por la competitividad del panorama futbolístico europeo. Sus decisiones han favorecido repetidamente sus competiciones y sus intereses comerciales», decían en rueda de prensa.

Aleksander Ceferin y Gianni Infantino, durante la Eurocopa de 2021 | Europa Press
Aleksander Ceferin y Gianni Infantino, durante la Eurocopa de 2021 | Europa Press

Y es que esta puede ser una de las soluciones a falta de un órgano regulador independiente: la autorregulación. En el momento que FIFA y UEFA han ido demasiado lejos, ha aparecido esta denuncia histórica por parte de dos otros actores básicos de la estructura del fútbol: las ligas y los jugadores, en este caso representados por FIFPro. Murillo considera que esta puede acabar siendo la alternativa más factible a un órgano regulador, porque «el pastel del fútbol es muy apetitoso y nadie querrá dejar que lo regulen terceros». Así pues, cree que una especie de «pacto de caballeros» acabará imponiéndose, aunque ahora estamos viviendo un momento muy tenso debido al «rendimiento económico que están sacando UEFA y FIFA». De todas formas, Murillo tiene claro que esto dejará una situación desequilibrada de todas maneras y pone un ejemplo muy gráfico: «Los jugadores también son parte interesada. Por ejemplo, no tienen problemas en viajar a la gala del Balón de Oro. No mirarán todos por todos, también hay una élite de jugadores que no mira por los demás».

Por otro lado, Murillo también señala a los clubes cuando organizan «giras de pretemporada por Asia o América» y tiene claro que las quejas de los equipos cuando sus jugadores se lesionan con sus selecciones no son del todo limpias, ya que tampoco miran siempre por la salud de sus futbolistas. Así pues, Murillo da un paso más allá y se atreve a hacer una propuesta concreta que pudiera resolver la cuestión. Desde su punto de vista, el «órgano regulador independiente» que defiende debería ser un «consejo» formado por personalidades del mundo del deporte que ya no estén en activo, ni tengan ninguna vinculación formal con el fútbol: «Podrían ser exfutbolistas, exentrenadores y exdirigentes de clubes y de federaciones». Considera que debe ser un organismo «reflexivo», que conozca la situación de primera mano, pero que a la vez esté lo suficientemente alejado actualmente para no caer en los mismos conflictos de intereses que la UEFA y la FIFA.

La advertencia de los médicos del deporte

En medio de esta situación, hay un último actor que intenta alzar la voz con fuerza, pero a quien solo se escucha de manera interesada. Son los médicos del deporte, que dicen desde hace tiempo que la situación es insostenible y que las lesiones que sufren los jugadores recientemente son un «mal del fútbol moderno», como indicaba hace unas semanas en Món Esport el traumatólogo Vicente López. Los últimos meses ha aparecido un estudio muy destacado en la prestigiosa revista Journal of Sports Sciences, firmado por traumatólogos de la talla de Gil Rodas, del Fútbol Club Barcelona, que alerta que «72 horas de descanso después de un partido no son suficientes para evitar una sobrecarga muscular». Ahora bien, mientras los clubes y los jugadores, de vez en cuando, utilizan argumentos como este para defender sus posiciones, también ponen en riesgo su salud en otras ocasiones, como advertía Murillo, motivo por el cual proponía un órgano regulador externo.



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