Este jueves conocíamos la sentencia del juicio al futbolista brasileño Dani Alves por la violación a una joven en los baños de la discoteca Sutton de Barcelona. Cuatro años y medio –de los cuales ya ha cumplido uno encarcelado provisionalmente– es el tiempo que tendrá que pasar en la prisión después de que el tribunal haya considerado probada la agresión sexual: «El acusado cogió bruscamente a la denunciante, la lanzó al suelo y, evitando que pudiera moverse, la penetró vaginalmente, a pesar de que la denunciante decía que no, que se quería marchar». La Fiscalía y la acusación particular pedían entre nueve y doce años de prisión, pero la pena de Alves se ha visto rebajada por la atenuante de «reparación del daño», al haber pagado 150.000 euros a la víctima antes del inicio del juicio.

Benet Salellas: «La sentencia del caso Alves es una victoria de la justicia»
El abogado Benet Salellas, al analizar la sentencia para Món Esport, se muestra satisfecho por el resultado. «Que se pueda declarar que ha habido una agresión sexual en un caso como este, que pueda haber condena cuando los hechos pasan en un contexto de intimidad, que no se imponga que es la palabra de uno contra la del otro, me parece una victoria de la justicia«, asegura. Además, subraya que la sentencia «desgrana muy bien la idea del consentimiento»: «Que el hecho de que haya una conducta de insinuación, que haya primero haya un sí y después se retire y esto no suponga una carta blanca es importante». Salellas asegura que la sentencia «sigue la línea del derecho penal actual».

«La atenuante para ricos», el gran problema del caso Alves
Ahora bien, Salellas ya no valora tan positivamente la manera como se aplica la atenuante por reparación del daño después de haber pagado 150.000 euros a la víctima. «Es una atenuante para ricos», subraya el abogado gerundense. Y además pone énfasis en la idea que en un caso de agresión sexual es todavía más complicado el hecho de reparar el daño: «En delitos de naturaleza sexual hay un componente de daño moral que se tiene que cubrir más allá del daño físico y esto es muy difícil de cuantificar». En este sentido, Salellas lo tiene claro y afirma que «el sistema es injusto», puesto que, por la «capacidad económica» de una persona se pueden conseguir rebajas de la pena: «Hay una justicia para ricos y una justicia para pobres».

Por todo esto, Salellas propone otras fórmulas que se basan en la justicia restaurativa: «No solo con el dinero se puede reparar el daño. La conducta y la actitud que pueda tener el acusado después de un delito de este tipo puede ayudar mucho más a la víctima que no una cantidad económica». E incluso pone ejemplos concretos: «Un reconocimiento de los hechos, que el acusado empatice con la víctima, que entienda su sufrimiento, apuntarse a un programa, hacer sesiones con un psicólogo, e incluso una conversación con la víctima al final del proceso… Las víctimas de este tipo de violencia que yo he acompañado lo agradecen más que no una retribución económica».
El conflicto con la reparación del daño
El hecho de que Alves y su defensa hayan pedido la absolución, así como su declaración en el juicio, donde aseguró que la víctima había «disfrutado» de la relación sexual, demuestra que no ha admitido los hechos, independientemente de haber pagado los 150.000 euros: «El sistema falla, puesto que no se puede pedir la absolución y aplicar una reparación del daño restaurativa, porque esto implicaría reconocer la agresión», señala el letrado.

Aun así, Salellas es optimista y cree que Alves todavía puede hacer una evolución positiva: «Habrá una fase de cumplimiento de la pena, donde la comprensión y la aceptación de los hechos se tendrá en cuenta a la hora de dar el tercer grado o permisos. Se ha dicho mucho que a partir de la cuarta parte del cumplimiento de la pena ya podrá acceder a permisos, pero se le darán solo si ha hecho un proceso de asumir los hechos, empatizar con la víctima, cambiar su conducta en la relación con las mujeres… Si él continúa negando los hechos, difícilmente accederá a permisos y tercer grado«. «Espero que no tenga un trato privilegiado por ser quién es», concluye Salellas.