El Fútbol Club Barcelona está de nuevo en unos cuartos de final de la Champions League gracias a tres chicos que no pudieron vivir el primer triplete de Pep Guardiola desde la locura hormonal de la adolescencia, la nitidez de la adultez o la calma de los últimos días en la vejez. El tiempo siempre actúa como una gran lección de humildad, especialmente cuando los nuevos héroes son más jóvenes que el resto. Porque si una cosa ha caracterizado la vuelta de los octavos de final contra el Nápoles es el peso que han tenido Fermín López (20 años), Lamine Yamal (16 años) y Pau Cubarsí (17 años). La irrupción del central es la mejor de las sorpresas porque, más allá de no esperarla, tampoco la imaginábamos con un trofeo de mejor jugador del partido en su debut en la competición europea. Un registro que ni siquiera consiguió ni el mejor central de la historia azulgrana, Gerard Piqué, ni el mejor deportista de la historia: Leo Messi. El fútbol, a pesar de que continúe convirtiéndose en una industria más y más agresiva, en la profundidad de su alma todavía es un juego de niños.
Precisamente la profundidad caracterizó la actuación de los tres jugadores de La Masia. Lamine Yamal fue un dolor de cabeza constante para Mário Rui y su sustituto, Mathías Olivera, recibió una tarjeta amarilla en la primera jugada contra el extremo. Fermín López añoró tener más precisión con los controles en ciertos tramos del partido, pero de esto solo se puede señalar al futbolista que reconoce el espacio que tiene que ocupar. Abrió la lata con sus característicos lanzamientos, muy particulares: chuts ‘secos’ empapados de amor por el Barça. La euforia del mediocentro es una extensión de las sensaciones que la afición azulgrana quiere revivir, tal como ha hecho hoy en el Estadi Olímpic Lluís Companys. Finalmente, Pau Cubarsí no tuvo suficiente con hacer una exhibición defensiva contra el Real Club Deportivo Mallorca, también lo tenía que hacer contra Victor Osimhen, uno de los principales argumentos del Nápoles en su último
Lamine, Cubarsí y Fermín no solo son buenos, también quieren el azulgrana
Que lo Barça vuelva a unos cuartos de final de la Champions League gracias a la importancia de los jóvenes diamantes culés no es ninguna casualidad. «Ser bueno en una cosa no es lo mismo que quererla», dice la escritora Gabrielle Zevin a
Cubarsí aportaba tranquilidad a través de su salida de pelota, llena de pases creativos y de exigencia técnica. Lamine regatea ‘sin querer’ y para los contraataques que saben que no lleven a nada. La diferencia entre ser solo bueno y serlo pero queriendo a la vez también la han demostrado los cambios. Fermín López no ha conseguido reducir siempre el voltaje de su electricidad y Xavi ha apostado para cambiarlo por Sergi Roberto. También ha salido Oriol Romeu por Andreas Christensen. Los dos, también de La Masia -pero mucho más veteranos-, han formado por ratos un doble pivote, un invento que en el Barça nunca acaba de gustar, consecuencia de ver jugar en directo a Guardiola o Sergio Busquets. Aun así, los culés hoy necesitaban resultados y ambos medioscentros han dado aquello que el partido exigía a la segunda parte: posesiones más largas. Incluso Roberto, que de épica en la Champions sabe mucho, se ha vestido de héroe para regalarle el tercer gol a Robert Lewandowski. Las tres nuevas joyas del plantel han inclinado el partido a favor de los culés. Pero teniendo en cuenta las fortalezas, los defectos y los protagonistas al completo, el equipo demuestra que a veces los logotipos sí que tienen razón: como casa, en ningún sitio.