La Justicia no hará justicia y salvará a Albert Benaiges. El excoordinador del fútbol base del Fútbol Club Barcelona había sido dieciséis golpes denunciado por unas agresiones sexuales presuntamente cometidas entre los años 1980 y 1999. En aquella época, Benaiges ejercía como profesor de educación física en la Escola Barcelona. Y, tal y como indica la ley, los delitos por abusos sexuales prescriben, en los casos más graves, a los quince años. Por tanto, el juzgado de instrucción número 12 de Barcelona ha archivado el caso, y Benaiges no será juzgado y no pagará por lo que hizo.
Este caso fue destapado el pasado mes de noviembre por el diario Ara, que recogió unos sesenta testigos que explicaban que, durante más de dos décadas, Benaiges había abusado sexualmente de los alumnos de la escuela. Entonces, una vez que las denuncias salieron a luz, Benaiges fue apartado del Barça, donde entonces trabajaba.
Hasta ese momento Benaiges había sido y era un hombre de club. Una figura muy importante para el Barça, con el honor de haber descubierto a Andrés Iniesta. Entró en 1991, después de haber trabajado en la escuela mencionada y de haber tenido otros cargos en el mundo del fútbol. Por ejemplo, fue el padre del fútbol base y el entrenador del primer equipo de la Unión Deportiva Sants. Una vez desembarcó en el Barça, se ganó el respeto de sus compañeros por su espíritu trabajador y por su amor por el fútbol. Y por el fútbol base.
Porque Benaiges pasaba buena parte de los fines de semana viendo partidos de niños, para detectar a aquellos que despuntaban. Según testigos que recoge el diario El País, con los niños tenía «mucha mano izquierda», y «se les ganaba con mucha facilidad». Pero, al mismo tiempo, especialmente en la escuela donde trabajaba y cometió los abusos sexuales, muchos menores le tenían miedo. «Era una persona muy mayor físicamente y cuando venía impresionaba», explica en El País un exestudiante de la Escola Barcelona.
En el centro mostraba dos caras, según numerosos testigos: la cómplice y amigable; y la vehemente y desproporcionada. «Era alguien que tenía muy buena reputación porque estaba en el Barça, y era guay», explica una mujer que pasó la escolaridad en el centro. “Pero después te cogía de la oreja o de los pelos y te arrastraba por el gimnasio si hacías algo que no tocaba”.
